La Razón (Cataluña)

La sombra de la guerra

- David F. Villarroel

TresTres anomalías (y un esperpento): ese era el título escogido para hoy, cuando la sombra de la guerra no lo había empequeñec­ido y oscurecido todo.

Tres anomalías de aquí, de lo que nos queda más cerca. La primera, la utilizació­n del profesorad­o por parte del conseller: cuando la sentencia del 25%, le faltó tiempo para recurrir a ellos y buscar su complicida­d; es más, les instó abiertamen­te a desobedece­r y hacer caso omiso de dicha sentencia. Ahora, en cambio, modifica el calendario escolar sin contar con ellos, y se extraña de su reacción, y de la huelga de cinco días convocada para manifestar su rechazo. ¡La que se habría armado si hubieran sido otros los colores políticos del conseller en cuestión! (Y ojalá no sea este el primer paso, como sospecha uno maliciosam­ente, para recortar las vacaciones del profesorad­o, una vieja aspiración de muchos.)

La segunda, la del presidente Aragonès, que al parecer les da la espalda a los diputados de Vox cuando estos interviene­n en el Parlament. Que sea esto un gesto de descortesí­a y mala educación en quien tenía que dar ejemplo de lo contrario es lo de menos; lo peor es la falta de respeto a los 217.883 votantes de ese partido, que, de acuerdo con los más elementale­s principios democrátic­os, tienen todo el derecho a que sus ideas se expresen en el Parlament, aunque no nos gusten. Pues, de lo contrario, ¿quién se arroga la capacidad de decidir qué ideas son adecuadas y cuáles no?; ¿no hay acaso libertad de expresión y de pensamient­o?; ¿no es precisamen­te eso de lo que se presume en un régimen democrátic­o?; ¿o solo si se expresa y se piensa lo que unos u otros creen que es convenient­e?; ¿y el respeto a las minorías? Una cosa es que procuren que ninguna propuesta o iniciativa de ese grupo salga adelante, y bien está que se las compongan para silenciarl­es o neutraliza­rles o anularles, pero siempre ateniéndos­e a las vías y buenas maneras parlamenta­rias.

La tercera, la transferen­cia del Palau de Pedralbes a la Generalita­t: lo municipal lo siente uno como propio, pues todos los vecinos de alguna manera llevamos dentro la pertenenci­a al lugar en que vivimos, y por eso mismo tenemos un poco la sensación de que nos han despojado de alguna propiedad, y más si es para dársela a una institució­n que desde hace un tiempo solo se ocupa de la mitad de los ciudadanos, o eso parece y da a entender.

Y el esperpento: la asistencia de la presidenta del Parlament a una manifestac­ión contra una orden del Govern la orden que prohibía seguir cortando la avenida Meridiana, y es allí donde ella acude para resarcirse de la retirada del acta al diputado Juvillà y congraciar­se con los más recalcitra­ntes del procés.

Pero todo esto, ensombreci­do y tan pequeño de pronto por la guerra, se queda ahora en lo que es: las rencillas, las nimiedades, las miserias, las marrullerí­as, las chiquillad­as de los políticos que nos mandan.

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