La Razón (Cataluña)

El deporte sí ha estado a la altura

► Ucrania. Rublev, Nadal, Lewandowsk­i, la FEB, Modric... el mundo del deporte se pone de acuerdo por una causa justa, algo que se echó a veces en falta

- Eduardo Inda

No se puede estar de perfil cuando se mata tanto y tan impunement­e»

HaceHace falta tener un par y muy bien puestos para siendo ruso enfrentart­e a ese sanguinari­o tirano que es Putin. Es lo que ha hecho el tenista Andrey Rublev, el número 7 del mundo. El jugador entrenado por Fernando Vicente se dirigió a la cámara en el ATP 500 de Dubái, tomó el rotulador de rigor y estampó sobre el cristal un recado que dejó anonadado a todo el planeta mientras los misiles y los tanques del Kremlin arrasaban Ucrania: «Que no haya guerra, por favor». Un «no war, please» que algunos medios han traducido torticeram­ente como «no a la guerra, por favor» por aquello de seguir a pies juntillas la letanía de esa izquierda que censura o no las guerras según quiénes las protagoniz­an. El caso que es que Rublev fue el único de la Armada rusa que domina el tenis mundial que osó llevar la contraria a este sanguinari­o zar. Un gesto de decencia y de gallardía teniendo en cuenta que tanto él como su familia residen en Moscú y que Putin no se anda con chiquitas con los disidentes: o los envenena o los hace desaparece­r. El nuevo número 1, Daniil Medvedev, fue un cobarde cuando se le reclamó un gesto de apoyo a esa Ucrania que está siendo invadida por los tanques de este nuevo Ejército Rojo con más dureza si cabe que en Hungría 1956 o en Checoslova­quia 1968. «No quiero hablar de culpables o de cuál es el problema, pero en el siglo que estamos me parece increíble que haya guerras», apuntó este individuo que, por esos maravillos­os caprichos del destino, tuvo la suerte inversa al gran Rublev. Este último se anotó el Open de Dubái y el que se fue por la pata de abajo estrenó su reinado perdiendo la semifinal de Acapulco ante un Nadal que le tiene comida la moral. El que no ha dicho ni mú es el ruso nacido en Alemania Alexander Zverev, tal vez porque bastante tiene con la que le está cayendo tras semiagredi­r a un juez de silla. Para variar, el mejor o uno de los mejores fue Nadal, que considera «increíble» que a estas alturas «haya una guerra».

Rublev aparte, la palma se la llevaron la selección polaca de fútbol y su capitán, Robert Lewandoski, que se niegan en redondo a disputar la repesca del Mundial de Qatar con el rival que les había tocado en el bombo, Rusia. Gesto inmenso también el de nuestra Federación de Baloncesto, que ha anunciado que costeará íntegramen­te la estancia de la selección ucrania que se encontraba en España y cuyos integrante­s se han quedado colgados de la brocha en una situación más propia de apátridas que de otra cosa, ya que no saben qué se encontrará­n a su vuelta, si una colonia de Rusia o la nación libre que eran hasta el miércoles. Si es que pueden regresar en un tiempo prudencial, que eso está por ver.

Modric volvió a dar muestras de su proverbial sensatez. Sensatez que se mezcla con la experienci­a que le otorga haber pasado su infancia en Croacia en medio de una contienda que permitió a su país liberarse del yugo opresor de la Serbia comunista. «Crecí durante la guerra y no se lo deseo a nadie. Hay que acabar con esta tontería donde muere gente inocente», sentenció el Balón de Oro. Sus palabras tienen tanto más valor teniendo en cuenta que con apenas 7 años vio cómo asesinaban a su abuelo.

No menos maravillos­o, y efectivo, ha sido el gesto del Gobierno británico que, tras años de tolerancia con los mafiosos rusos próximos a Putin, ha empezado a ponerlos en el punto de mira. Abramovich ha tenido que ceder el Chelsea a una fundación por temor a que le bloqueen el título de propiedad. Un aviso a navegantes para los cómplices del sátrapa. Me alegra que el mundo del deporte se ponga de acuerdo por una causa justa, algo que hemos echado tantas veces en falta. El enmudecimi­ento fue la tónica durante esa otra invasión rusa perpetrada en Crimea en 2014 y tras la vuelta al poder en Afganistán de los satánicos talibanes. Más vale tarde que nunca. El deporte, con su fuerza moral, no puede ponerse de perfil cuando se mata tanto y tan impunement­e.

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Rublev escribe en la cámara «No war please» después de su victoria en Dubai
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