La Razón (Cataluña)

No hay «meras» coincidenc­ias

- Jorge Fernández Díaz

EsEs sabido que la tragedia y el sufrimient­o que conllevan las guerras, atraen y despiertan el interés hacia los países que las padecen y provocan, lo que en estos momentos sucede por ejemplo con Ucrania y Rusia, que en no pocas personas de nuestra generación evoca la catástrofe sucedida al alba del 26 de abril de 1986. Fue al producirse el accidente nuclear más grave de la historia, al estallar –por un error humano en cadena, en la sala de control– el reactor nuclear num. 4 de la Central dedicada a V. I, Lenin, ubicada en Chernobil. Ahora, ya más familiariz­ados con el país y la zona, baste decir que se encontraba en la frontera norte de Ucrania con Bielorrusi­a, a poco más de 100km al norte de la capital Kiev, y que significó una tragedia que obligó a evacuar inmediatam­ente a toda la población de 50.000 habitantes de la ciudad más próxima a la zona cero, además de dejar infectada de radiactivi­dad una superficie de más de cien mil Km cuadrados. El golpe que para el prestigio y la economía de la URSS significó ese accidente fue extraordin­ario, en particular para la industria nuclear soviética. Lo llamativo es que tan solo dos años antes, en 1984, un accidente en la zona de almacenaje del armamento de guerra de la Flota Soviética del Mar Báltico, en SeveroMors­k, península de Kola, estalló a consecuenc­ia de un incendio iniciado cuatro días antes, el 13 de mayo, dejando a esa estratégic­a fuerza naval fuera de combate durante meses, por carencia de sus misiles balísticos así como de sus submarinos nucleares. La secuencia de esos dos accidentes con los hechos vinculados con el atentado sufrido por el Papa San Juan Pablo II, «coincidien­do» con la fiesta de Fátima –el 13 de mayo de 1981– y que le llevaron a querer efectuar la consagraci­ón de Rusia pedida por Ella , precisamen­te escasas fechas antes de ese accidente, estimula a discernir esas singulares coincidenc­ias. Precisamen­te fue JPII quien remarcó la coincidenc­ia de su atentado con el 13 de mayo para efectuar esa consagraci­ón de Rusia al afirmar que «en los designios de la Providenci­a no hay “meras” coincidenc­ias». Es decir , que no son fruto del azar o de la casualidad. La correlació­n existente entre las fechas de los hechos sucedidos en Fátima en 1917 y las de sucesos significat­ivos ocurridos en Europa durante la Segunda Guerra Mundial y los del final de la guerra fría posterior son tan recurrente­s que no resisten que un cálculo matemático de probabilid­ades los considere fruto del azar. El Señor de la Historia.

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