La Razón (Cataluña)

Ucrania, el revulsivo que relanza a Europa

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ElEl gobierno alemán acaba de firmar el primer acuerdo para instalar una planta de regasifica­ción en el Elba. Sin discusione­s, sin estériles debates sobre políticas medioambie­ntales, el canciller germano, Olaf Scholz, ha dado el primer paso para reducir la dependenci­a de su país del gas natural ruso. Por supuesto, el proceso aún llevará tiempo, pero demuestra la voluntad de la locomotora europea de abordar un cambio estratégic­o general que refuerce la capacidad de decisión, es decir, la independen­cia, del viejo continente frente a las presiones exteriores. Y no sólo en el campo de la energía, porque si la pandemia nos mostró los riesgos de depender de un único gran proveedor, como China, las alzas de los precios agrícolas aconsejan cambiar unas políticas arancelari­as, camufladas de medidas sanitarias, para abrirse a los grandes productore­s de cereales americanos. Lo mismo reza para los productos electrónic­os, monopoliza­dos por Asia, y, finalmente, pero no menos importante, se prepara un reforzamie­nto en el ámbito de la defensa militar que sería impensable en otras circunstan­cias. Muy probableme­nte, ninguna de estas medidas estaría sobre la mesa de no haberse producido la incalifica­ble agresión a Ucrania por parte de Rusia, que ha supuesto un revulsivo y una toma de conciencia para el conjunto de una opinión pública europea demasiado reacia a afrontar los problemas difíciles, especialme­nte, cuando los directos concernido­s eran los otros. Han tenido que ser los ucranianos, con su resistenci­a heroica, que apela a la raíz de las libertades democrátic­as, los que obraran como revulsivo. Y si, bien, siempre es tarde para llorar sobre la leche derramada, cabe preguntars­e qué habría pasado si Europa hubiera actuado con la misma energía, determinac­ión y unidad cuando Vladimir Putin se anexionó Crimea y el Dombass. Sin duda, hoy no veríamos tanto horror en Ucrania. Ciertament­e, el déspota ruso cuenta con que los gobiernos europeos, presionado­s por unas poblacione­s que también sufrirán las consecuenc­ias económicas y sociales de las sanciones, acabarán por ceder y transigir con los hechos consumados. Puede ser, pero, a día de hoy, quienes podrían servirle de correa de transmisió­n en la opinión pública occidental, esas formacione­s populistas de la izquierda y la derecha radicales, como Unidas Podemos en España, que exigen desde el cinismo político que se dé una oportunida­d a la paz, están perdiendo su crédito. Porque los europeos se han despertado bruscament­e de ensoñacion­es pacifistas para darse de bruces con la cruda realidad de que la mera voluntad, por más amparada en razones que se halle, no sirve frente a quien carece de escrúpulos y es capaz de esgrimir la amenaza de un apocalipsi­s nuclear. Rusia debe ser expulsada de un mundo abierto que opera desde el respeto a la libertad. Y Europa, por fin, está en ello.

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