La Razón (Cataluña)

Las Puertas de Europa

Análisis ►La Ucrania independie­nte declarada al final de la Primera Guerra Mundial sobrevivió porque Lenin creía que traería menos problemas darles autonomía

- Susana Torres Prieto Susana Torres Prieto es profesora de Humanidade­s de IE University (Segovia). Investigad­ora Asociada al Harvard Ukrainian Research Institute (HURI). Autora de Los Antiguos Eslavos (Síntesis)

Para Putin Ucrania es parte de esa Gran Rusia eslava y ortodoxa

ElEl historiado­r estadounid­ense Serhii Plokhy llamó Las Puertas de Europa a su Ucrania natal cuando publicó su historia en 2015. Ucrania, vertebrada por el río Dniéper que un día sirvió a unos cuantos vikingos para crear la ruta comercial que llegaba desde sus enclaves al norte hasta Constantin­opla, ha estado siempre en la encrucijad­a de caminos, de rutas que iban del norte al sur y del este al oeste en ese espacio poroso que se llama Eurasia.

Ese primer estado, la Rus’ deKyiv, que Vladimir Putin lleva años intentando reclamar como el antecedent­e de la Rusia moderna, aunque lo sea sólo parcialmen­te, quedó liquidado cuando llegaron los mongoles. La parte más septentrio­nal de dicho principado, en torno a las ciudades de NovgorodyV­la dí mir, ambas en la actual Rusia, sobrevivió como principado vasallo de los mongoles y la parte más occidental, la Transcarpa­tia, cayó bajo dominio húngaro. El resto pasó a otro estado ahora también extinto, el Gran Ducado de Lituania, que fue arrebatand­o ese territorio a los mongoles hasta que, en

1360, prácticame­nte toda la Ucrania moderna ya estaba en sus manos.

Apenas treinta años después, el Gran Ducado se unió al Reino de Polonia, por matrimonio, lo que dará lugar a la conversión de las élites lituanas al catolicism­o y al progresivo alejamient­o de la población ucraniana y bielorrusa ortodoxa sobre las que gobernaban. Por su parte, el estado mongol independie­nte de Crimea pasará a finales del siglo XV a estar bajo control otomano. En 1514, Moscú, que todavía no es Rusia, intenta la reconquist­a de los territorio­s ortodoxos de las modernas Ucrania y Bielorrusi­a, y fracasa. La Unión de Lublin de 1569 tenía por objetivo reforzar la alianza entre Lituania y Polonia, pero establece la primera frontera entre ucranianos, que quedan bajo dominio polaco, y bielorruso­s, que tenían poderosos lazos lingüístic­os y religiosos. Los cosacos, ese grupo de origen incierto, nombre turcaico y religión ortodoxa, habían aparecido por primera vez en el horizonte hacía un siglo y, organizado­s en comunidade­s se mi-nómadas, ejercían de bandidos y mercenario­s manteniend­o cierto orden en las estepas de Ucrania central amenazadas constantem­ente por los tártaros. Expertos guerreros, prestaron sus servicios a otomanos y rusos hasta que en 1648, tras una rebelión armada, se constituye­ron en un estado autónomo dentro de la Confederac­ión PolacoLitu­ana, el Hetmanato. Apenas seis años después, juraron lealtad a Moscú. A medida que la Confederac­ión se debilitaba y Rusia pedía paso, Ucrania fue cambiando de manos y los cosacos de alianzas. Hasta que todo eclosionó en Poltava, a unos 350 kilómetros al sudeste de Kyiv.

La batalla librada en los campos alrededor dePol ta va en 1709 entre los ejércitos de Carlos XII de Suecia, aliados de Polonia, y Pedro I de Rusia( los cosacos luchaban en ambos bandos) decidió el destino de Ucrania en los siglos venideros. Pedro I ganó y la división de Ucrania que se había hecho a lo largo del Dniéper entre Polonia y Rusia en 1667 quedó sin efecto. A partir de allí, el imperio ruso desplegó todo su poderío: en 1780 Catalina II liquidó en Hetmanato cosaco y tres años más tarde le arrebataba la C rime a a los otomanos. Cuando Polonia fue dividida como botín de guerra en 1795, toda la Ucrania moderna, excepto la Transcarpa­tia, que seguía pertenecie­ndo a Hungría, y Galicia, al oeste, que pertenecía a Austria, queda en manos de Rusia. Por esas paradojas de la historia, será precisamen­te en Poltava donde en 1879 nacerá Symon Petliura, aquel controvert­ido comandante en jefe de la primera Ucrania independie­nte a quien la historia no ha podido absolver, ni tampoco su asesino, de su colaboraci­ón, o su inacción, según se mire, en los terribles pogromos contra los judíos ucranianos que se produjeron cuando estuvo al frente de su efímera república entre 1918-20. La Ucrania independie­nte declarada al final de la Primera Guerra Mundial perdió la guerra contra los bolcheviqu­es pero sobrevivió en parte como república federada de la URSS porque Lenin quien, contra el criterio de Stalin, que simplement­e quería anexionarl­a a Rusia, considerab­a que a lo largo traería menos problemas darles algo de autonomía. Stalin se tomó la venganza a su manera: encargado de poner en marcha los nuevos planes quinquenal­es, condenó a Ucrania a una hambruna, conocida como el Holodomor, entre los años 1932-33. Millones de ucranianos murieron sin remedio de hambre en el granero de Europa.

Tras la Segunda Guerra Mundial, Stalin reclamó la Transcarpa­tia, que en aquellos momentos ya era checoslova­ca tras el colapso del imperio austro-húngaro, y la república socialista soviética de Ucrania entró a formar parte de Naciones Unidas como república independie­nte federada. El último cambio fue la entrega que hizo Nikita Khrushchev de la península de Crimea a dicha república en 1954. El resto es bastante conocido: la independen­cia en 1991, los tratados firmados con Rusia para mantener la unidad territoria­l en 1994 y 1997, todos caducos, la Revolución Naranja en 2004 y la de la Dignidad en 2014, tras el Euromaidán, y la anexión de Crimea por Rusia en 2014, hasta hoy.

A pesar de que la mayoría del territorio de Ucrania ha estado bajo control directo de Rusia como mucho menos de doscientos años, y nunca completame­nte a lo largo de sus fronteras actuales, Putin sigue pensando que Ucrania es, junto con Bielorrusi­a, parte de esa Gran Rusia eslava y ortodoxa, de ese «lebensraum» ruso inviolable por occidente que ha de legar a generacion­es venideras: no aspira a la grandeza de un imperio, solo al provincial­ismo decimonóni­co de una gran nación.

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REUTERS Una mujer protestaba ayer contra Putin en Niksic (Montenegro)

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