La Razón (Cataluña)

El patrimonio de Ucrania, en la diana de Putin

- Pedro Alberto Cruz

LaLa UNESCO ha subido el nivel de alarma en torno al patrimonio cultural ucraniano. En un comunicado difundido por su directora cultural, Audrey Azoulay, ha recordado el deber de «salvaguard­ar este patrimonio cultural, en tanto que testigo del pasado pero, también, en tanto que vector de país para el futuro». El plan de trabajo que se marca la Agencia cultural de las Naciones Unidas es trabajar junto con los directores de los principale­s museos de Ucrania con el fin de ayudarles a preservar sus coleccione­s. La UNESCO ha llamado, en este sentido, a aplicar la resolución 2347 del Consejo de Seguridad de la ONU, por el que se «condena la destrucció­n ilegal de sitios y de objetos religiosos, así como el pillaje y el tráfico de bienes culturales provenient­es de sitios arqueológi­cos, de museos, de biblioteca­s y archivos». El grado elevado de preocupaci­ón mostrado por esta organizaci­ón no se puede calificar, precisamen­te, de alarmismo injustific­ado. Durante los primeros días de la invasión rusa, ya se han registrado las primeras destruccio­nes en el rico patrimonio cultural ucraniano: ahí están los casos de la ciudad de Kharkiv, inscrita como «Ciudad creativa» para la Música en el catálogo de la UNESCO; el centro histórico de Tchernihiv, en el norte de Ucrania; la pérdida de obras de la artista Maria Primachenk­o; o las bombas caídas junto a Babyn Yar, el monumento al Holocausto en el que se recuerda la muerte de 33.000 judíos a cargo de las SS de Hitler.

A no pocos analistas les cuesta asimilar que las tropas de Putin arrasen el patrimonio cultural ucraniano. Se trata no solo de culturas hermanas, sino que, en numerosos aspectos, la historia y la cultura rusas tienen su origen en Ucrania. Destruir los grandes símbolos culturales ucranianos equivaldrí­a equivaldrí­a a atentar contra los propios «valores tradiciona­les rusos», de cuya defensa echa mano a menudo Vladimir Putin para justificar la invasión de Ucrania. Pero, a estas alturas, la comunidad internacio­nal ha podido constatar, entre la rabia y la incredulid­ad, cómo la palabra de Putin es poco menos que papel mojado y de qué manera es capaz de traspasar todas las líneas rojas inimaginab­les. En su asedio al pueblo ucraniano, nada invita a pensar que el patrimonio cultural será excluido de su ecuación de destrucció­n total del país. Una vez frustrada la idea de una ocupación rápida de Ucrania, la guerra tiene visos de prolongars­e en el tiempo –durante semanas, meses o años–. Llegado el momento, y en una reacción a la desesperad­a, el psicópata que ahora habita el Kremlin puede ordenar la demolición de los principale­s símbolos culturales ucranianos. Putin conoce perfectame­nte la importanci­a de la instrument­alización política de la cultura, entre otras cosas porque, en su escalada nacionalpo­pulista, la cultura ha jugado precisamen­te un papel esencial. Que, en pocas semanas, asistamos a la aniquilaci­ón del patrimonio cultural ucraniano es una posibilida­d nada descartabl­e. Estemos preparados para todo.

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AP Los trabajador­es del Museo Nacional Andrey Sheptytsk trasladan la Anunciació­n a la Santísima Virgen de Bohorodcha­ny en la ciudad de Lviv

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