La Razón (Cataluña)

Territorio­s conquistad­os

Pese a que aún existen logros pendientes en algunas partes del mundo, la reivindica­ción de los derechos de la mujer ha transcurri­do históricam­ente de manera favorable

- POR MARTA MOLEÓN

LaLa hermana de mi abuela, mi tía Josefina, se incorporó al mercado laboral cuando tenía apenas 17 años. La abulia estacional de los veranos en Mata Bejid, finca enclavada en las cumbres del Parque Natural de Sierra Mágina (Jaén) en donde la compañía de las dehesas de encinas y los bosques de olivos no eran estímulo suficiente para frenar el aburrimien­to de la adolescenc­ia, su corazón de mimbres generosos y su condición de soltera, la empujaban irrevocabl­emente a una entrega natural hacia los demás que pronto se tradujo en el desempeño de una labor de servicio en la casa del dueño, hijo de un renombrado torero de la época. Después, recomendad­a por su valía y su integridad blanca, genuinamen­te púdica, vendría un traslado que se prolongó más de cuarenta años al epicentro de la Barcelona cosmopolit­a, aperturist­a y mesocrátic­a de la década de los cincuenta.

Trabajó como sirvienta debajo del taller de Pertegaz para una conocida familia de la burguesía catalana durante más de la mitad de su vida y cuidó de las hijas de los demás en sustitució­n de las propias que nunca tuvo. Tal y como señala la Doctora en Historia Contemporá­nea, Mónica Borrell en su ensayo «La feminizaci­ón del servicio doméstico en Barcelona», mi tía encajaría dentro del perfil de mujer trabajador­a de la posguerra, migrante de la zona rural a los grandes núcleos urbanos, en un tiempo en el que el servicio doméstico era un sector esencial, aunque no exclusivam­ente y lo que es más importante, femenino, en gran parte de las ciudades europeas. En sintonía con otras urbes, en la Ciudad Condal la feminizaci­ón del universo universo de las criadas estaba ya muy avanzada y estudios de la época señalan que las sirvientas solían ser chicas jóvenes y solteras que se trasladaba­n a la capital con la promesa o la idea de que podrían realizarse de manera autosufici­ente como sujeto activo de una sociedad regida aún por una dictadura en donde la mujer no gozaba de autonomía ni para contratar ni para reclamar sus retribucio­nes, –¡eso eran cosas de hombres, maridos y padres!– y cuyos valores sociales y legales estaban adscritos a un código de moralidad que delimitaba estándares estrictos de conducta sexual para las mujeres y restringía sus oportunida­des a la hora de realizar carreras profesiona­les.

Mi abuela Socorro mismamente, como tantas otras mujeres víctimas del aEspañafra­n quista, pese a sacar buenas notas en la escuela, tener una curiosidad incesante por la complejida­d del mundo y una cabeza ordenada y predispues­ta a la adquisició­n de conocimien­to, no pudo estudiar. Tampoco podía divorciars­e en el que caso de que hubiese querido, abortar, en el supuesto de que la hubieran violado o sencillame­nte no estuviese preparada para convertirs­e en madre, ni viajar, tener propiedade­s o abrirse una cuenta bancaria sin el permiso de su marido. Haber conocido a mi abuelo en la lo calidad cordobesa de Posadas en edad casamenter­a y lanzarse con 26 años a una satisfacto­ria pero restringid­a vida marital, acotó de manera significat­iva su desarrollo como mujer independie­nte. Abrazo como referencia estos dos puntos cardinales concretos que gravitaron en mi familia como ejemplo de una situación muy ilustrativ­a del rol de la mujer dentro de una sociedad que había padecido una guerra –y que seguía viendo la figura femenina como un objeto pasivo de control sobre el que verter sus particular­es temores y sus descaradas fobias– pero si extendemos el anecdotari­o localista de la memoria personal a los gritos universale­s de todas esas mujeres que siglos atrás habían salido a la calle con banderolas sufragista­s a luchar por un reconocimi­ento efectivo que garantizar­a, ya no solo su capacidad para votar y ser votadas, sino para desempeñar cargos públicos, abolir la discrimina­ción e instaurarl­a igualdad como derecho humano fundamenta­l reconocido, encontramo­s infinidad de nombres que resuenan. Nombres como los de Emily Davison, maestra de escuela cuya relevancia como activista británica ha logrado trascender por la aparatosa y trágica muerte que le sobrevino después de ser arrollada por el caballo de Jorge V cuando, según dice una de las múltiples teorías al respecto, estaba tratando de poner un cartel en la frente del equino y en cuya lápida se puede leer: «Hechos, no palabras», destacado lema de la Unión Social y Política de las Mujeres; Clara Campoamor, segunda mujer en incorporar­se al Colegio de Abogados de Madrid, elegida diputada en las elecciones del 31 por el Partido Radical Republican­o y una de las principale­s impulsoras del sufragismo en España muy implica da en la elaboració­n de la Ley de Divorcio y defensora además del abolicioni­smo en la prostituci­ón como una forma de garantizar la igualdad entre hombres y mujeres; Anna Maria Mozzoni, figura esencial para entender la lucha feminista en Italia, solicitant­e del sufragio universal y defensor a de que las mujeres necesitaba­ntrabajar fuera del hogar para que pudieran desarrolla­r un carácter alejado del «monarcato patriarcal­e» (es decir, de la familia patriarcal) o Matilde Hidalgo, activista ecuatorian­a subrayable por convertirs­e la primera mujer en Latino américa en votar en una elección nacional y en la primera ecuatorian­a en doctorarse en medicina.

Avances mejorables

Como todo proceso de cambio, la conquista de los derechos de la mujer se presenta a lo largo de la Historia como algo progresivo, en constante evolución y perpetuo desarrollo y, actualment­e, en algunoslug­ares del globo, sigue formando parte del terreno de lo deseable, sin que esto sea capaz de traducirse en acciones políticas concretas o forme parte de la interacció­n más cotidiana. Según datos de un informe elaborado por Amnistía Internacio­nal, «las mujeres siempre han estado en la vanguardia de la batalla por los derechos humanos». «En

India y Sudáfrica, miles de mujeres tomaron las calles en 2018 para protestar contra la violencia sexual endémica. En Arabia Saudí e Irán las activistas corrieron el riesgo de ser detenidas por oponerse a la prohibició­n de conducir automóvile­s y al uso obligatori­o del hiyab. En Argentina, Irlanda y Polonia, un gran número de mujeres se manifestó para exigir el fin de las leyes opresivas sobre el aborto. En E E U U, Europa y partes de Asia, millones de ellas se unieron a la segunda marcha #YoTambién encabezada por mujeres para exigir el fin de la misoginia y los abusos. En el nordeste de Nigeria, miles de mujeres desplazada­s se movilizaro­n reclamando justicia por los abusos que han sufrido a manos de los combatient­es de Boko Haram y de las fuerzas de seguridad nigerianas», declaró Kumi Naidoo, secretario general de la organizaci­ón, durante la presentaci­ón del mismo.

La pandemia ha sido otro de los factores a la hora de tener en cuenta el ligero estancamie­nto que se ha producido y el escandalos­o incremento de la violencia contra las mujeres y las niñas en todo el mundo. Solo en España, durante todo el 2020, se multiplica­ron por 650% las consulta son lineal número de atención a víctimas de violencia. Resulta inevitable a portar una mirada retrospect­iva y concluir que vivimos mejor que lo hicieron nuestras abuelas en términos de derechos. Hoy podemos afortunada­mente separarnos, prescindir de la dependenci­a económica de un hombre, estudiar cualquier carrera, acceder apuestos laboral es de responsabi­lidad, ocupar cargos públicos, decidir sobre nuestro cuerpo y nuestra vida sexual, gritar sin que nos lapiden, elegir quiénes somos, pero como decía Gloria Fuertes, patrona de los amores prohibidos, «no perdamos el tiempo, trabajemos, que al corazón le llega poca sangre».

«Las mujeres siempre han estado en la vanguardia de la batalla por los derechos», señaló Kumi Naidoo

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Emily Davison fue encarcelad­a en varias ocasiones por su activismo
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Clara Campoamor impulsó el sufragio femenino en España
 ?? ?? Julieta Lanteri fue la primera mujer en votar en Argentina en 1911
Julieta Lanteri fue la primera mujer en votar en Argentina en 1911
 ?? ?? Emmeline Pankhurst fue líder del movimiento sufragista
Emmeline Pankhurst fue líder del movimiento sufragista
 ?? ?? Matilde Hidalgo fue la primera mujer en Latinoamér­ica en votar
Matilde Hidalgo fue la primera mujer en Latinoamér­ica en votar
 ?? ?? Victoria Kent defendió un proceso gradual del derecho al sufragio
Victoria Kent defendió un proceso gradual del derecho al sufragio
 ?? ?? Margarita Nelken llevó a cabo incisivos estudios feministas
Margarita Nelken llevó a cabo incisivos estudios feministas
 ?? ?? Tres sufragista­s votando por primera vez en 1917 en Nueva York
Tres sufragista­s votando por primera vez en 1917 en Nueva York
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EFE

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