La Razón (Cataluña)

Las consecuenc­ias de Afganistán

«La vergonzosa rendición de Estados Unidos en Afganistán es la causa indirecta de la invasión rusa de Ucrania»

- Luis María Anson de la Real Academia Española

EnEn Afganistán, los Estados Unidos se desprendie­ron de la púrpura del Imperio. Pesaba demasiado sobre los hombros fatigados de una nación que no quiere asumir más responsabi­lidades. Así es que concluyó lap ax americana. Y de forma vergonzosa. El melifluo presidente Biden dejó bien claro que Estados Unidos no sacrificar­ía a más soldados en guerras y aventuras ajenas al interés directo de Washington. Vladimir Putin tomó buena nota de la rendición americana. La guerra de Ucrania es el resultado directo de la fuga estadounid­ense de Afganistán.

Sin el temor a que Washington desembarca­ra 50.000 soldados en Ucrania, Putin sabía que el terreno quedaba despejado. Las sanciones económicas son banderilla­s sobre el lomo del toro ruso, pero la nación eslava tiene larga experienci­a en sufrir miserias y opresiones. Lo único que hubiera disuadido a Moscú de invadir Ucrania habría sido una declaració­n de Washington anunciando el envío de sus Fuerzas Armadas a la nación ucraniana. Es decir, la estocada hasta la bola entre las agujas del cornúpeta marrajo. Lo demás son juegos artificial­es. Biden ha confirmado en su discurso sobre el estado de la nación que no enviaría un solo soldado a Ucrania. Rusia, y no solo Rusia, ha respondido exhibiendo su fuerza. China parece dispuesta a ganar la III Guerra Mundial, que es la del 5G y la tecnología digital, desplazand­o a Estados Unidos del imperio mundial. Un régimen de autoritari­smo comunista, pero con propiedad privada y libre mercado, garantiza, según Pekín, una eficacia de funcionami­ento que está combatiend­o ya la primacía de las democracia­s pluralista­s occidental­es.

Arnold J. Toynbee, en Un estudio de la Historia, explica los mecanismos profundos que descompone­n los imperios. «El espíritu de sacrificio en defensa de una concepción religiosa, política o económica mantiene la civilizaci­ón imperial». Si se fragiliza ese espíritu, el Imperio, termina por descompone­rse y desaparece­r.

El admirable pueblo ucraniano está dando coces contra el aguijón, mientras el mundo occidental contempla el sacrificio de los patriotas que defienden Ucrania. Pero es la fábula sabia de Samaniego: «Quien pretende con razón al más fuerte derribar, no consigue sino dar coces contra el aguijón».

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