La Razón (Cataluña)

El líder y su responsabi­lidad para con todos

- Rebeca Argudo

HoyHoy miércoles, a las ocho de la tarde, finaliza el plazo establecid­o para que Alberto Núñez Feijóo presente los avales –al menos 100– que permitiría­n formalizar su candidatur­a a la presidenci­a del Partido Popular, cosa que, previsible­mente, ocurrirá sin obstáculos. También entonces será cuando se sepa si habrá otros candidatos que rivalicen con él para conseguirl­o. Se dará así pistoletaz­o de salida a la campaña electoral que, ya ha confirmado, iniciará el viernes, que es cuando establece la normativa, y con la que recorrerá todas las comunidade­s autónomas para presentar y defender su proyecto. Y así comenzará esta nueva etapa para Feijóo y podrá el PP cerrar, intentarlo al menos, otra: la que ha dado lugar a la, posiblemen­te, mayor –y más vergonzosa– crisis interna hasta el momento.

Será en el congreso extraordin­ario del partido que se celebrará en Sevilla los días 1 y 2 de abril donde los 3.109 compromisa­rios elijan al nuevo presidente. Y será este nuevo presidente, Feijóo si no ocurre ningún imprevisto, el encargado de devolver la ilusión y la esperanza a los afiliados. Y también a votantes y exvotantes. Y es que no se trataría únicamente de restablece­r el orden dentro de la formación sino de recuperar también la confianza de aquellos que dejaron de sentirla.

No solo se enfrentará el nuevo líder a su rival natural, el PSOE, en desastroso Gobierno de coalición con la extrema izquierda, sino a un partido, Vox, al que han ido parar buena parte de los votos que ha perdido y que le come el pastel. Y no parece la mejor estrategia despreciar­los para recuperarl­es. Es más, parece la mejor para todo lo contrario. Y una fuga incesante de votos de derecha hacia otra formación a quien beneficia en primer lugar no es al propio partido receptor, sino al PSOE. Con una derecha fragmentad­a y un socio de gobierno desnortado y agonizante, retratado además como incapaz y diletante en sus manifestac­iones a propósito de la guerra de Ucrania, se encuentra el camino despejado para presentars­e como la única opción capaz de ocupar algo parecido al centro de manera responsabl­e. Ese centro que, parece, estamos idealizand­o a fuerza de asistir a un debate público cada vez más desabrido y polarizado y a una clase política incapaz de poner pie en pared y recuperar la cordura, el pundonor y la probidad que deberíamos poder presuponer­les sin que nos diera la risa floja. Y quien dice floja dice, en realidad, nerviosa.

Esto lo sabe bien Pedro Sánchez, que agitará de nuevo el fantasma de la ultraderec­ha para tratar de evitar, por ejemplo, un acuerdo con Vox en Castilla y León para formar gobierno. Más aún sabiendo que Feijóo apuesta, en teoría y a priori, por un PP menos centraliza­do de lo que lo ha sido hasta ahora, lo que dejaría abierta la puerta a que la decisión última fuese de Mañueco. Lo que no deja de ser curioso es el empeño del PSOE por gritar «que viene el lobo» mientras señala a lontananza cuando fue quien permitió instalarse cómodament­e en las institucio­nes al oso populista de la izquierda más radical. Ese mismo que no iba a dejar dormir tranquilo a Sánchez un día y sí unos pocos después.

Así que, por si no tuviera bastante con lo de casa, tendrá que encargarse «el nuevo» de lidiar con ese panorama. Y ni siquiera ya por los suyos. Todos nosotroslo­s que les votan, los que votan a otros y los que ni siquiera votan, todos, digo, merecemos un partido en la oposición que no solo tenga intención de gobernar sino que, mientras está en ello, sea capaz de controlar y fiscalizar la labor del gobierno con responsabi­lidad y buen juicio. Por salud democrátic­a, nomás.

Podrá el PP cerrar la que ha dado lugar a su mayor crisis interna Pedro Sánchez agitará de nuevo el fantasma de la ultraderec­ha

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