Un vivaz Beethoven
Siempre que hablamos de orquestas vienesas lo hacemos pensando en la Filarmónica y dejamos de lado a otras como la de la Radio y sobre todo a la Sinfónica. Es una agrupación equilibrada en sus familias, sobre todo si a su frente se sitúa un músico avezado, como es Orozco-Estrada, que cada vez que viene nos deja buen sabor de boca. Él ofreció una versión de líneas claras, precisa y ajustada de la «Sinfonía nº 7» de Beethoven. La progresión desde el arranque hasta el «Allegro» del primer movimiento, el control de dinámicas, el trabajo contrapuntístico y el planteamiento fustigante del desarrollo fueron excelentemente medidos. Corrección absoluta en el «Allegretto», con un trío bordado, en el «Presto» y acumulación de tensiones en el «Vivace» final, quizá vertiginoso, aunque sin que las riendas se aflojaran o se trastabillara te el edificio. Maderas cumplidoras y metales refulgentes y a toda presión. Y general sequedad dado lo cortante de la acentuación. Previamente nos habíamos solazado con el esbelto canto de Vilde Frang (1986), que tañe un Stradivarius Engleman de 1709, con el que tocó el «Concierto» de Beethoven, donde mostró sus arma: arco amplio y variado, espectro penetrante, fraseo fantasioso, ataques precisos. Su canto es ondulante, a veces demasiado y su línea parece en ocasiones en exceso oscilante. Pero es una artista de talla que fue bien acompañada, «cortejada» podríamos decir. Regaló una transcripción del tema del himno alemán; ese que aparece en el famoso «Cuarteto» de Haydn, el «op. 76 nº 3». El concierto se cerró festivamente con un bis: la «Polka Pizzicato» de Johan Strauss, que fue interpretada primorosamente.