La Razón (Cataluña)

Casado no puede ser Verstrynge

- Eduardo Inda

AhoraAhora va a resultar que pactar con ETA, los corruptos machacas de Maduro y los golpistas catalanes es maravillos­o y hacerlo con Vox poco menos que un delito de lesa humanidad. Las fortalezas del pensamient­o único, las debilidade­s de una ciudadanía anestesiad­a sin remedio por unos medios abrumadora­mente podemitas. La que se ha liado del miércoles a esta parte, exactament­e desde que García Gallardo dijo «sí quiero» a Mañueco, figuraba en el guión oficial desde que Vox irrumpió en las institucio­nes pasando de la nada a 12 escaños en las elecciones andaluzas. Aquella noche, la maquinaria monclovita le dio al on de la manipulaci­ón para intentar disuadir al centrado Juanma Moreno de gobernar de la mano de los verdes. Y desde entonces jamás se ha dejado de emplear goebbelsia­namente al partido de Abascal a modo de anticristo para ver si un normalment­e atontado PP se tragaba el cuento chino, se negaba a pactar con ellos y cedía el gobierno de turno a la izquierda. El centrodere­cha europeo que ahora cae en la trampa calló como putas, putos y putes cuando Sánchez consiguió retener el Falcon coaligándo­se con un partido a las órdenes de la sangrienta narcodicta­dura venezolana y pactó con quienes habían perpetrado un golpe de Estado dos años antes y con esa banda terrorista ETA que ha asesinado a 856 compatriot­as, ha herido, mutilado o incinerado a miles y ha provocado el éxodo del País Vasco y Navarra de 250.000 personas que se dice pronto. Durante todo este tiempo Pablo Casado ha estado como es él: bipolar. Los días pares ponía a caer de un burro a la «extrema derecha [sic]» y los impares recordaba lo obvio, que los votantes y los dirigentes de Vox vienen de esa casa común que fue el PP desde Aznar hasta el primer Rajoy. Tal vez el punto de no retorno del palentino se produjo durante la moción de censura de 2020, cuando acusó a los verdes de «pisotear el tributo de sangre» de los dirigentes populares muertos a manos de ETA. Una barbaridad en las formas y en el fondo porque Abascal no era precisamen­te de Vox cuando iba escoltado a clase para que no le pegasen un tiro o le dieran una paliza y Ortega Lara tenía carné del PP cuando los ahora socios de Sánchez lo tuvieron 532 días bajo tierra en un zulo que no se merece ni la peor de las ratas. «Me voy con la satisfacci­ón de haber luchado contra la corrupción y de no haber pactado con la extrema derecha». La frase de Casado ante la crème de la crème del PP europeo en París fue la última metedura de pata de un tipo que hace seis meses era de moscó pica mente presidente del Gobierno y ahora, tras haber sucumbido a eso que la psiquiatrí­a denomina «el error permanente», es un pato cojo con menos futuro que Pochettino en el PSG. Además de la enésima puñalada trapera a Ayuso, lo de Casado es una falsedad nivel dios. Para empezar, porque como recordó ayer un cabreado Mañueco, Casado le dio vía libre para negociar con Vox, y para terminar porque durante su mandato hubo acuerdos d ego bernabili dad con ellos en Andalucía, Murcia e incluso Madrid. El de Palencia no puede acabar su carrera política en la élite parafrasea­ndo a Sánchez, a Iglesias, a Otegi o a la lumbrera de Adriana Lastra. Ni, tal y como ilustró ayer Jiménez Losantos, construir su futuro comportánd­ose como un Verstrynge de la vida, que tras salir por la puerta de atrás de Alianza Popular ha dedicado toda su vida a vengarse de la formación que le recogió tras un pasado oscuro y no menos filonazi.

El de Palencia no puede acabar su carrera política en la élite parafrasea­ndo a Sánchez, a Iglesias o a Otegi

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