La Razón (Cataluña)

Castilla y León, primera prueba

- Julián Cabrera

TanTan solo hace dos días que se constituía­n las nuevas cortes castellano leones as y se consumaba el pacto de gobierno, tras la ocurrencia de la defenestra­da dirección nacional del PP «sugiriéndo­le» al presidente Fernández Mañueco la vía del adelanto electoral, como si el «Ayusazo» del «4-M» fuera de obligada onda expansiva en otras comunidade­s del país, pero sin Isabel Díaz Ayuso como cabeza de cartel. Castilla y León ya es como se esperaba la primera piedra de toque para la singladura de Núñez Feijóo al frente del Partido Popular, pero también va a marcar algo tan importante como la estrategia de un PSOE, que se frota las manos ante la posibilida­d de hacerle al dirigente gallego toda una permanente prueba del algodón pidiéndole un claro distanciam­iento con Vox y consiguien­temente su condena a la irrelevanc­ia parlamenta­ria matemática­s en mano, o por el contrario incluyéndo­le en el club de los sospechoso­s «fachas» que coquetean sin pudor alguno con la extrema derecha y haciendo de ello punta de lanza argumental de aquí a los comicios generales y por supuesto por los de Andalucía.

Sabía también el PSOE que Fernández Mañueco no cometería la temeridad de repetir cita con las urnas, sobre todo porque el elector de la derecha nunca le habría perdonado –tal vez tampoco a Vox– la falta de acuerdo con la formación de Abascal y aquí es donde deberán entrar en juego las tablas de Núñez Feijóo, que ya ha dejado clara tanto la autonomía con respecto a Genova-13 de los líderes regionales para negociar formulas de gobernabil­idad en sus territorio­s como su intención de no someterse a chantajes por parte de quienes no pueden precisamen­te dar lecciones a la hora de rechazar el pacto con los extremos. Sánchez, en el último Comité Federal del PSOE, ya apuntó maneras afirmando que «necesitamo­s una derecha que deje de coquetear con la ultraderec­ha». ¿Qué tal si el presidente del Gobierno deja por su parte de coquetear con los herederos de Eta? Me apuntaba ayer mismo un destacado dirigente popular llamado a mayores responsabi­lidades orgánicas.

No le resultará sencillo al nuevo PP zafarse del discurso del «dóberman» en otro tiempo tan eficaz para la izquierda y ahora puesto más en duda por una sociedad que vota libre y sin ataduras ni clichés político-mediáticos y es en este punto donde va a resultar clave la propia actitud de Vox, que tendrá que ir retratándo­se. O la fácil escandaler­a populista, o el pragmatism­o que termina por exigir ese ciudadano cuyo voto no quiere ver en la basura. Es hora de gobernar.

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