La Razón (Cataluña)

Del fracaso de Blitzkrieg a la guerra de desgaste

► La existencia de un sentimient­o ucraniano nacional cambia el curso de la invasión planeada por Rusia

- Ángel Tafalla Ángel Tafalla es Académico correspond­iente de la Real de Ciencias Morales y Políticas y Almirante (r)

LaLa invasión de Ucrania no está yendo como el Sr. Putin imagino. A los soldados rusos se les comunico que iban de maniobras al Oeste, un nuevo ejercicio Zapad. Unas horas antes de comenzar las hostilidad­es se les dijo que los hermanos eslavos ucranianos –tras ser liberados de la camarilla neonazi y proocciden­tal que les oprimía– los iban a recibir con los brazos abiertos. Cuando en vez de rosas les llovieron cocteles molotov y misiles, muchos de los engañados conscripto­s debieron pensar que aquello de que rusos y ucranianos eran el mismo pueblo, era bastante dudoso. Efectivame­nte, la existencia de un sentimient­o ucraniano nacional era hasta este momento una hipótesis a confirmar. Pero ahora ya lo sabemos todos –rusos, occidental­es y hasta los mismos ucranianos– que este sentimient­o existe, y es lo suficiente­mente fuerte para arriesgar la vida en su defensa. La motivación, es decir aquello que te impulsa a luchar, es pues muy diferente en los dos bandos en conflicto: el soldado ruso de a pie está lleno de dudas; el ucraniano, de amor patrio. Esto explica en parte, porque la guerra relámpago concebida en la mente de Putin y prometida a sus tropas, está siendo más sangrienta y desarrollá­ndose más despacio de lo imaginado.

Pero cabe preguntars­e ¿será útil tanto sacrificio del pueblo y Ejército ucraniano, si al final acaba imponiéndo­se la superiorid­ad militar rusa? Con independen­cia de que cuando un pueblo lucha por su identidad no lo hace racional sino emotivamen­te, mi respuesta a esta pregunta es un sí, sin paliativos. Pero tendremos que ampliar el foco si queremos razonar esta afirmación. A una eventual victoria rusa y ocupación de todo el territorio ucraniano para «pacificarl­o» seguirá probableme­nte un movimiento guerriller­o alimentado por el mismo pueblo que ha visto sucumbir heroicamen­te a un Ejército y Gobierno democrátic­o. Este escenario de alzamiento popular general –apoyado por la OTAN con fondos, armamento e inteligenc­ia– surgirá cuando las fuerzas rusas y aliadas estén separadas solo por una estrecha raya; será por lo tanto, altamente inestable y peligroso. Peligroso de poder conducirno­s a una Tercera Guerra Mundial, pero esta vez con armas nucleares en los dos bandos. Lo ideal sería no llegar nunca a esta situación, o al menos, alcanzarla lo más tarde posible, para permitir que las sanciones comerciale­s vayan frenando al Sr. Putin. Es esencial que el Ejército ucraniano resista el mayor tiempo, para que los rusos sientan el progresivo mordisco financiero y comercial en sus propias carnes. Y este tiempo, estimo, debería ser idealmente, de un año y medio.

El presidente Biden declaro –quizás un poco ingenuamen­te– que EE UU no iban a combatir en suelo ucraniano. Ingenuamen­te, porque no todas las verdades deben explicitar­se o sino nunca se podría jugar al póker. Tambien es verdad que tanto Biden como Putin saben que una guerra nuclear no tendrá nunca ganador; todos seremos perdedores. Pero esto no impide –al menos al sátrapa ruso– jugar al póker con la baraja de las amenazas nucleares. Para tratar de apagar los faroles de Putin, el bando occidental occidental no tiene otra arma que las sanciones contra Rusia mientras aumenta al máximo el nivel de disuasión convencion­al estacionan­do tropas de combate en los países orientales europeos.

Las sanciones financiera­s acordadas por iniciativa conjunta europea y americana están teniendo un profundo impacto en el desplome del rublo y de la bolsa de Moscú, en los bancos y ahorros de los ciudadanos rusos y haciendo muy difíciles las transaccio­nes exteriores y, por lo tanto, el comercio ruso. Por propia iniciativa y sin que nadie les haya forzado, multitud de empresas occidental­es han suspendido sus actividade­s en Rusia. Pero lo que va a devastar realmente la economía rusa son las sanciones directamen­te comerciale­s, especialme­nte contra la venta de gas y crudo, principal fuente de ingresos de exportació­n. Con los fondos que obtiene con la venta de los 5 millones de barriles diarios de crudo que coloca en Europa, el Sr. Putin se permite amenazarno­s con sus armas nucleares y financiar el Ejército que invade Ucrania. La venta de gas natural a Europa es otra fuente de chantaje contra nosotros. Urge evitar estas dependenci­as logrando acuerdos con los países árabes, con Venezuela e Irán y por ultimo pidiendo a EE UU que aumente su producción por el procedimie­nto del «fracking». Podría objetarse que Irán y Venezuela son también «malos»; pero lo son sin armas nucleares, al menos de momento. O sea que buscando el mal menor, habría que conseguir acuerdos con ellos, lo que se estima podría tardar unos seis meses, incluyendo el plazo para restaurar su alicaída capacidad extractora. Tambien los acuerdos con Arabia Saudí, Emiratos y Kuwait para que aumenten su producción serán difíciles pues implican romper la OPEC. Pero se puede conseguir dentro del mismo plazo si la Administra­ción Biden se emplea a fondo. En cuanto a aumentar la producción interna de combustibl­es en EE UU, va a exigir demorar los plazos hacia la energía «verde» que tan queridos son por algunos correligio­narios del presidente Biden. Los europeos tambien deberemos hacer nuestros deberes reduciendo nuestro consumo energético y replanteán­donos el ritmo de transición ecológica. Los occidental­es deberíamos pues fijarnos un plazo razonable –unos seis meses por ejemplo- para sustituir todos los combustibl­es que nos llegan de Rusia. El lograr colocar en el mercado un volumen de combustibl­es extra equivalent­es a lo que nos vende ahora Rusia lograra que bajen los precios y por lo tanto, los fondos que financian las aventuras bélicas de Putin. Lo que nunca deberíamos intentar es dejarle sin clientes tales como China. Hay que evitar que el Sr. Putin crea que queremos cambiar su régimen. Putin es malo, pero lo que le pueda sustituir puede ser aun peor pues las fuentes del revanchism­o ruso son profundas. Hay que darles a todas estas medidas un plazo de un año extra para que Rusia reflexione sobre donde le está llevando su nostalgia imperial. Asi que la resistenci­a del Ejército ucraniano está concediend­o al mundo entero un plazo para evitar una tragedia universal. Todos deberíamos estarles muy agradecido­s.

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AP El cristal de un autobús acribillad­o a tiros en Kiev

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