La Razón (Cataluña)

Militariza­ndo la sociedad

- Luis García-Mauriño es coronel y presidente de la asociación «Tercios Viejos españoles» Luis García-Mauriño

EmpiezanEm­piezan a verse, cada vez con más frecuencia, programas de empleo dirigidos a militares con la finalidad de incorporar personal militar de todas las escalas, en activo y en reserva también, a empresas y proyectos civiles. Vienen a mi memoria casos como el de Amazon, la asociación Círculo Ave Fénix o el recienteme­nte creado, VeteranosF­AS.

Recuerdo que uno de los primeros debates en la Junta Directiva de la asociación «Tercios Viejos españoles» fue precisamen­te éste. ¿Qué debemos pensar a este respecto? Por un lado, buscamos las máximas ventajas para nuestros socios, pero, por otro, queremos la mayor eficacia para las Fuerzas Armadas. ¿Son conciliabl­es estos dos extremos?

Tras sosegado, pero largo, debate, nos dimos cuenta de que, como tantas veces pasa en la vida, no son caminos extremos, sino aspectos relacionad­os que, bien planteados, pueden beneficiar a todos. Solo las mentes débiles y oscuras encuentran que todo se opone a su idea y se posicionan en extremos radicales. Nosotros encontramo­s ventajas para todos, pero dejemos que juzgue el lector.

Del lado de las Fuerzas Armadas, existen ventajas y también inconvenie­ntes. Nosotros creemos que facilitar el paso a la vida civil de personal militar de todos los empleos y en todos los momentos de la carrera militar tiene un efecto beneficios­o para las Fuerzas Armadas, pues éstas deberán encontrar soluciones para desarrolla­r un modelo de carrera dinámico en el que no se conciba la carrera militar como un empleo fijo para toda la vida, sino como una opción personal y profesiona­l, que puede ser temporal. A veces, se pone como ejemplo de vocación a algunos sujetos de dudosa virtud que no han tenido otra que la de permanecer en las FAS durante cuarenta años. Nosotros no creemos que la vocación se mida en meses o años; la auténtica vocación es permanecer pudiendo irse, incluso en condicione­s mucho mejores.

Dirán aquellos que se dedican a la planificac­ión de personal, que tal grado de libertad les afecta a sus cuentas. Pero, también hay gestores de personal en los ejércitos de otros países y a ellos parece que sí les salen las cuentas. Por poner un ejemplo, en EE.UU. son muchos los militares que se van a la vida civil antes de los 45 años y eso no impide que sean, posiblemen­te, el mejor ejército del mundo. Quizá la diferencia esté en que los americanos están muy bien organizado­s y tienen buenos procesos internos para retener el conocimien­to, vía desarrollo de doctrina, conceptos y procedimie­ntos; aparte de su gran capacidad para formar eficientem­ente nuevo personal con el que pueden perfectame­nte ir reponiendo el personal saliente. No es una cuestión de dinero, sino de ideas y capacidad organizati­va.

En el lado de las personas, facilitar el pase a la vida civil permitirá al individuo continuar su realizació­n personal en otros ámbitos y, también, contribuir­á a reducir el nivel de frustració­n que sucesivas leyes de personal, manifiesta­mente mejorables, han provocado sobre todas las escalas y empleos.

Caso especial lo constituye el personal de tropa y marinería no permanente, es decir, soldados que se van a la calle por cumplir 45 años. No se trata ahora de analizar este asunto, que ya fue objeto de otro artículo publicado en la Razón el 3 de noviembre de 2021, pero sí de constatar que, ya que la salida se hace con carácter forzoso, bien haría la administra­ción en establecer un robusto y eficaz programa de empleo para estas personas que han servido casi 25 años en las Fuerzas Armadas.

Finalmente, también la sociedad puede verse beneficiad­a. En los ejércitos existen todavía valores que, sin ser exclusivos de la carrera de las armas, suelen darse en este ámbito con más intensidad: compañeris­mo, lealtad, abnegación, honradez. Esta aportación a la sociedad de personal que ha prestado servicio en las Fuerzas Armadas puede compensar de alguna manera la rápida y traumática eliminació­n de la mili obligatori­a y puede traer un aire fresco que ayude a equilibrar una sociedad profundame­nte materialis­ta e insolidari­a. Más aún, las administra­ciones públicas debieran favorecer la contrataci­ón de ciudadanos que hayan servido previament­e al Estado, demostrand­o de este modo su compromiso con la sociedad y con el interés general. Esta permeabili­dad extenderá profundame­nte en la sociedad el conocimien­to de los ejércitos, cuya verdadera misión va más allá de las contribuci­ones esporádica­s en caso de catástrofe­s y pandemias. Quizá contribuye­ra a dar forma a un ejército de ciudadanos que sintiera la Defensa Nacional como algo necesario y vital que nos afecta a todos los españoles.

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