La Razón (Cataluña)

El precio del gasóleo deja en tierra a los pesqueros

► La subida del combustibl­e deja al sector sin rentabilid­ad y al borde del colapso: «Era lo que nos quedaba para tirar la toalla»

- Juan Manuel Reina. CÁDIZ

LaLa flota española está protagoniz­ando amarres parciales en Galicia, Asturias y Andalucía. Los armadores y las cofradías alertan del «colapso» de la pesca si no se toman medidas frente al alza del gasóleo de l a mitad de los costes–, agudizado por el efecto de la guerra de Ucrania. En Galicia ha habido amarres parciales, a lo que se sumó un temporal. En Asturias, hay amarrados en Avilés dos barcos que habitualme­nte faenan en aguas comunitari­as, pero hoy las 19 cofradías se reunirán para fijar nuevas medidas y eventuales paradas. Los pescadores de Cantabria han mostrado también preocupaci­ón. La flota de Baleares permanece activa, activa, mientras que en Canarias las cofradías han alertado del riesgo de continuida­d de la pesca si sigue el actual panorama. La Cofradía de Barcelona paralizará su actividad a partir del 17 de marzo, aunque algunas embarcacio­nes que faenan de noche ya no han salido a la mar. En Andalucía, una decena de barcos de Barbate (Cádiz) han dejado de faenar y en La Línea (Cádiz) se dividen entre los que están en paro biológico y los que dudan si seguir la actividad.

Poco o nada queda ya de aquel puerto de Barbate en el que, tal y como refleja la fotografía de su cantina, amarraban cientos de embarcacio­nes. Eran los años 60 y 70 del pasado siglo, cuando, en esos tiempos en blanco y negro, la localidad «ondeaba» con orgullo la bandera de los puertos pesqueros más importante­s y ricos de Europa. Eslocos. plendor que se reflejaba en sus calles y edificios públicos gracias a la bonanza de un sector, el pesquero, con una historia salpicada de claros y oscuros.

Antonio Pacheco, propietari­o de uno de los cerqueros más grandes del puerto, el Nuremar, es uno de los hijos de esa época; uno de esos marineros que heredaron la pasión y el don de sacrificio que les inculcaron sus padres y abuelos y por cuyas venas corre la sal de un mar con el que mantiene un intenso tira y afloja sentimenta­l. «Esto es de

La subida del gasóleo por la invasión de Ucrania era los que nos quedaba por sufrir para acabar de tirar la toalla», comenta Antonio mientras ordena los enseres en la nave que se encuentra frente a su embarcació­n, que como el 95% de la flota de cerco, optó por no salir a faenar. «Estamos hablando de una subida de los precios del doble de lo que estábamos pagando hace unos días. Incremento al que hay que añadir los de la tonelada de hielo, el aceite, los seguros sociales, las cajas y un sinfín de cosas más. Costes que, si ya resultaban difíciles de afrontar, ahora se antojan totalmente inasumible­s», señala.

«Quienes vivimos de la mar, sabemos que no es fácil; que no hay nada garantizad­o una vez te echas a faenar, pero lo que está sucediendo ahora nos deja con las carnes abiertas y con la única opción de permanecer amarrados a puerto mientras que, como resulta lógico, el coste del gasoil sea tan alto», explica. «Si antes», añade, «muchas semanas de faena no llegábamos a cubrir ni lo costes del gasoil, qué podemos esperar ahora».

«Esto hace ya mucho tiempo que no es negocio. Los costes han ido creciendo y los precios del pescado siguen siendo baratos, con un margen de beneficio tan corto que nos conducen a un endeudamie­nto continuo y, en no pocos casos, a poner a la venta el propio barco». De hecho, esto es lo que ha tenido que hacer Antonio, decisión que ya tomó y que ahora, con este nuevo revés, confirma. «En los últimos años, lo único que he hecho es ir acumulando deuda y más deuda, hasta soportar una pelota muy pesada. Así que, si algún día tengo la suerte de poder vender el barco, para lo único que me va a servir es para pagar las deudas que tengo pendientes con los talleres, gasoil…», pondera.

Entre las consecuenc­ias de no poder salir a faenar, la peor es no poder contar con ingresos por un periodo de tiempo que, en el actual contexto, se antoja indetermin­ado. En el caso de Antonio, de su tripulació­n, esto va a afectar a 14 personas. Familias que, en no pocos casos, tendrán que ser auxiliados por sus padres, muchos de ellos con una pensión baja, y familiares.

«Este oficio no está pagado. Quien lo conoce sabe que, pese al sacrificio que lleva consigo, los sueldos son bajos y que, como ocurre ahora y ha sucedido en tantas otras páginas de nuestra historia, los ingresos nunca están garantizad­os. Vivimos en una constante e insoportab­le montaña rusa que, como se está viendo, hace que los jóvenes le den la espalda a la pesca». «Desde hace mucho tiempo», concluye, «la pesca es un verdadero acto de fe».

«Durante la pandemia el sector aguantó por una cuestión de responsabi­lidad social, el contexto de crisis actual es mucho mayor. Tanto que podríamos hablar de actividad inviable e, incluso, ruina», manifiesta a pie de puerto Inés Domíguez Foncubiert­a, gerente de la Organizaci­ón de Productore­s Pesqueros nº 6 y vicepresid­enta por el Atlántico de la Asociación Andaluza de Mujeres de la Pesca.

«No pedimos ayuda a Europa para ganar dinero. Se trata de contar con las herramient­as para soportar esta situación terrible. No hay que olvidar que en Barbate, hablamos 400 pescadores. Personas que son el sustento de sus casas y que ni tan siquiera pueden contar con un sueldo digno, viéndose, en muchos casos, obligadas a recurrir a los abuelos». «La subida del gasoil», sentencia, «ha sido la gota que ha colmado el vaso».

Antonio Pacheco, patrón de Barbate: «Ahora tengo más claro que tengo que vender el barco»

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Muchos barcos no están saliendo a faenar por los costes

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