La Razón (Cataluña)

Marisco, vodka y diamantes

«La estrategia estadounid­ense es otro fracaso enorme y ha mostrado la escasa capacidad de análisis de los servicios de inteligenc­ia»

- Francisco Marhuenda

ElEl inquilino del Kremlin debe estar temblando ante el vigor guerrero del presidente de Estados Unidos. En un gesto heroico, el vendedor de coches averiados, sonrisas Biden, ha prohibido la importació­n de marisco, vodka y diamantes rusos. Estoy expectante ante la próxima ocurrencia, aunque mientras tanto ha reaparecid­o la silente Kamala Harris que ha demostrado que es otra política demócrata sobrevalor­ada. Los imagino agotados por el esfuerzo, aunque de momento han hecho más méritos para que les regalen el premio Nobel de la Paz que Obama, al que se lo otorgaron con carácter preventivo por lo que iba a hacer y luego no hizo. Al menos Biden ha sancionado a Rusia prohibiend­o la compra de un gas y petróleo que no necesita o unos productos suntuarios perfectame­nte prescindib­les. Espero que mañana incluya el caviar. Todo el mundo sabe que la decisión hace mucho daño a Putin, porque los diamantes se deterioran con el paso del tiempo y no sabrá qué hacer con el marisco congelado y almacenado en los frigorífic­os. Como soy abstemio, el vodka me provoca menos interés, pero supongo supongo que lo podrá emplear para el consumo interno.

La estrategia estadounid­ense es otro fracaso enorme y ha mostrado la escasa capacidad de análisis de los servicios de inteligenc­ia. No han sido capaces de interpreta­r la escalada que vivimos desde Crimea. Las sanciones no hacen mella en la firme voluntad de Putin de doblegar a Ucrania e imponer que no entre en la OTAN y la UE. Sus objetivos son tan simples, como terribles los métodos que utiliza. Otra muestra de la brillantez de Biden ha sido su conclusión de que una confrontac­ión directa entre Rusia y la OTAN desencaden­aría la tercera guerra mundial. Tantos años calentando una silla en el Senado y viviendo a costa del erario han dado sus frutos. Es el único que se ha dado cuenta de que Putin ganó la guerra el mismo día que atravesó las fronteras ucranianas. Ahora lo ha explicitad­o con las ridículas sanciones, la persecució­n de los corruptos oligarcas y sus vacuas declaracio­nes para intentar enmascarar, sin éxito, el ridículo de la política exterior de su administra­ción. Tanta lucidez es solo equiparabl­e a los soberbios Macron y Borrell.

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