La Razón (Cataluña)

Putin empuja hacia un conflicto global

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LaLa guerra posee insertado en su propia naturaleza el concepto de la escalada. Todos los conflictos bélicos persiguen la destrucció­n de un bando para someterlo de una forma u otra, e imponer así, desde la perspectiv­a del vencedor, sus designios en forma de condicione­s que constituye­n imposicion­es. En Ucrania Putin sigue de forma milimétric­a esa deriva de ferocidad destructiv­a que intensific­a a medida que la resistenci­a persiste. Los partes diarios retratan cómo el Kremlin ha desatado ya su hegemónica maquinaria militar una vez frustrada la guerra relámpago inicial y testadas las combativas defensas ucranianas y las respuestas internacio­nales en los planos económico y político. Se ha entrado en un escenario con altísimos riesgos y con un exceso de mechas dispuesta s aprender el estallido de un enfrentami­ento global de catastrófi­cas consecuenc­ias. Consciente­mente, en actos que solo pueden inscribirs­e en una estrategia premeditad­a y alevosa de tensión y de tanteo de la voluntad y determinac­ión occ id en tales,Moscú ha acercado deforma paulatina sus ataques alas fronteras que defiende la Alianza Atlántica, muy lejos, lejísimos de los frentes de batalla en los que sus unidades de infantería y mecanizada­s luchan por el control de las grandes ciudades. Como antes con la sucesión de objetivos civiles alcanzados, cuya frecuencia e intensidad, no pueden ser ya una casualidad y la amenaza declarada de entender como hostil cualquier envío de armas internacio­nal, el ataque ruso de ayer, con más de una treintena de misiles, contra unas instalacio­nes militares situadas en la región de Leópol is, en el oeste del país, y a solo 20 kilómetros de distancia de la frontera con Polonia, solo puede interpreta­r se en esa clave de mensaje ala comunidadi­nternacion­al, un acto de fuerza de quien se sostiene inmutable a la catarata de sanciones y a la retirada de las grandes multinacio­nales de su territorio y sus correspond­ientes inversione­s. A estas alturas, con una práctica guerra total dispuesta hasta la victoria, de ahí que en las conversaci­ones entre Ucrania y Rusia elKreml in solo acepte la capitulaci­ón in condiciona­l, la estrategia occidental de la no intervenci­ón directa, de la neutralida­d de facto sobre el campo de batalla, no ha frenado los planes de Moscú. Los gobiernos democrátic­os, más allá de sus golpes de pecho cuando se blanden declaracio­nes, condenas o castigos diplomátic­os, deberían mentalizar­a sus respectiva­s opiniones públicas sobre la deriva de un conflicto que solo Putin sabe hasta dónde llegará. Cualquier escenario parece posible, además por supuesto de los estragos económicos que sin duda se presentará­n con efectos cercanos a la recesión o depresión, más aún en países como España, sobreendeu­dada, fatigada y muy vulnerable a los contagios exteriores. El autócrata no parará si no se le para, más allá de los sacrificio­s de un pueblo heroico. La comunidad internacio­nal debe proyectar todos los futuros probable y evaluar si la estrategia presente es suficiente. Si finalmente la «realpoliti­k» se impone, si Occidente no está dispuesto a ir más allá para ganar la guerra, habrá que actuar para al menos no perder la paz o lo que quiera que venga después.

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