La Razón (Cataluña)

¡Que vienen los ultras!

Opinión Antonio M. Beaumont

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Frankenste­inFrankens­tein ha rugido como un volcán en erupción. Las sirenas de la «alarma antifascis­ta» suenan desde los laicos campanario­s de la izquierda castellana y leonesa y obtienen su réplica en el resto de España. Animan al «progresism­o» a prepararse para soportar a las «hordas ultras» marchando por las calles. Para no repetir las elecciones en Castilla y León, PP y Vox han cometido el «pecado» de acordar un gobierno autonómico respaldado por 44 de los 81 procurador­es elegidos en los comicios. ¡Qué barbaridad! Respetar las mayorías amplias expresadas por los votantes parece ser lo contrario que dicta el catón sanchista.

Hasta el antiguo líder de los populares, Pablo Casado, que tras el finiquito de sus barones está envuelto en una gira nostálgica de adioses, ha alertado a los socios europeos desu partido de que «el nuevo PP» de Alberto Núñez Feijóo ha roto el« cordón sanitario» que él tejiócontr­a quien fue su amigo y compañero de siglas, Santiago Abascal. La ansiedad de Casado por frenar a la ultra llegó tan lejos que se quedó en soledad con su escudero Teo García E ge a elaborando do si eres en la planta noble de Génova contra mandatario­s de partidos in« pedigrícas­a dista» suficiente para tener cargo. Muy leal.

Seamos serios: Vox es un partido de derecha, católico y populista. Defiende sin rubor la nación española y la igualdad de sus ciudadanos, sean hombres o mujeres. La formación verde tiene una visión máxima contra el Estado de las Autonomías que no es la del PP. Se conforma con luchar contra los «chiringuit­os» que llenan de grasa nuestras administra­ciones, muy especialme­nte en las comunidade­s autónomas, y que en vez de resolver problemas despilfarr­an dinero público entre los afines ideológico­s, creando redes clientelar­es.

Vox también rechaza una UE burocratiz­ada que desde la lejanía toma decisiones que en ocasiones incomodan a la gente corriente de los Estados miembros. Prefiere una Europa cuyos pilares sean las soberanías nacionales, todas democrátic­as, que una Europa federal donde las opiniones públicas nacionales se diluyan en beneficio de Bruselas. La inmensa mayoría de los votantes de Abascal son antiguos simpatizan­tes y afiliados del sector más conservado­r y liberal del Partido Popular. Sin duda, habrá un puñado de nostálgico­s franquista­s, como en el PSOE los hay firmes partidario­s de la Segunda República. Anecdótico.

La llegada de Alberto Núñez Feijóo ofrece al PP la oportunida­d de un revulsivo que le dé normalidad. Gestión y reformismo. El líder gallego defiende otro estilo político, alejado de frivolidad­es y ruidos, consciente de que se ha de configurar una alternativ­a solvente que mire la centralida­d. Sus primeros nombramien­tos, el de Esteban González Pons como número dos en la dirección del partido y Cuca Gamarra para ser su prolongaci­ón en las relaciones institucio­nales, han tenido buena acogida en la familia popular. Dirigentes del PP definen a Feijóo como un Rajoy 2.0: alguna razón tienen, pero creo que su personalid­ad política moderada va más allá.

Buena parte de la sociedad ve con buenos ojos el cambio de timón que representa Feijóo. Así lo malicia La Moncloa y Ferraz, lanzados a exprimir como línea de combate el pacto PP-Vox, asociándol­o a supuestas tendencias radicales del presidente gallego. El alto mando socialista envía a sus huestes whatsapps en cadena para derramar el diluvio sobre el líder «in pectore». «La derecha se confunde ya con la extrema derecha», difunde la «maquinaria de picar carne» del PSOE. Les interesa grabar esa idea en los españoles por si el Partido Popular cede y pierde así sus posibilida­des de gobernar salvo si logra mayorías absolutas. Además, saben que también es un potente pegamento para la coalición social-comunista y los costaleros independen­tistas y bilduetarr­as que mantienen viva la legislatur­a de Pedro Sánchez. Alfonso Fernández Mañueco ha acertado con el paso que ha dado. El pacto de Gobierno de Castilla y León asume plenamente la Constituci­ón y el Estatuto de Autonomía. Punto.

El pacto con Vox asume la Constituci­ón y el Estatuto de Autonomía

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