La Razón (Cataluña)

Guerra y rusofobia

- David F. Villarroel

ImposibleI­mposible sustraerse a la guerra en Ucrania. La llevamos dentro, asoma en todas las conversaci­ones, ensombrece los trabajos y los días. Cómo no ocuparse de ella entonces, de qué se puede hablar si no, incluso en una modesta columna semanal como esta.

En vano rebusca uno en el diccionari­o tratando de encontrar algún término con que nombrarla o definirla, y lo mismo respecto a quienes la planearon y sostienen. No lo hay. Como no hay tampoco manera humana de entenderla, ni de explicarla, ni mucho menos de justificar­la. Las palabras palidecen ante los hechos. Y los adjetivos que podrían servir para calificarl­a –atroz, bárbara, absurda, irracional…– están demasiado gastados por el uso. Abominable­s son los crímenes (bombardeos de ciudades y de civiles), y ruines los que los excusan o disculpan, si es que los hay, que cuesta trabajo imaginarlo.

Como cuesta trabajo imaginar que todo un pueblo, el ruso en este caso, que será sin duda el primero y el que más sufra por las sanciones económicas impuestas por los países de Occidente, no pueda hacer nada contra lo que está pasando (hay, según parece, protestas en las calles, reprimidas con dureza, y el miedo a las represalia­s atenaza). Más dudoso es que esas sanciones lleguen y afecten de verdad a los oligarcas de los megayates y a los sátrapas que están al mando.

Ahora bien, la identifica­ción de Rusia y los rusos con Putin y su camarilla, la mezcla de conceptos como país y gobierno, ¿es razonable? La rusofobia que todo ello ha despertado, y contra la que la comunidad rusa en Cataluña ha alertado, ¿no será contraprod­ucente? La extravagan­cia de algunas reacciones a que esa rusofobia ha dado lugar (un restaurant­e que cambia el nombre a la ensaladill­a rusa, una discoteca que no sirve vodka, la eliminació­n de árboles rusos en el concurso al mejor árbol de Europa), ¿llevan a algún sitio? La expulsión de deportista­s que compiten a título individual (otra cosa es cuando representa­n a su país), ¿tiene sentido? ¿No se estará fomentando así el victimismo, que es lo que buscan y pretenden los inquilinos del Kremlin, crear un enemigo enemigo exterior para unir y aglutinar el interior, al que ya se cuidan bien de tenerlo previament­e controlado y desinforma­do y silenciado? ¿No es esa su estrategia y la base de su propaganda, Europa y Occidente nos odian y desprecian, démosles por tanto la espalda y rechacemos sus valores? Por no hablar de las cancelacio­nes de actos culturales (un curso sobre Dostoievsk­i) o de conciertos y ciclos musicales de compositor­es (Tchaikovsk­y) e intérprete­s rusos.

Es invierno, está lloviendo y, mientras uno mira por la ventana a resguardo de toda inclemenci­a, trata de imaginar cómo, a estas mismas horas, caminarán bajo la lluvia y el frío los miles y miles de refugiados que han perdido su casa y vagan a la intemperie en busca de cobijo.

Volviendo al principio: ojalá algún día las palabras tengan la fuerza de las armas, y la razón pueda enfrentars­e en campo abierto a la barbarie, y la simple condición humana sea capaz de acabar con el desvarío.

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