La Razón (Cataluña)

Cuando Dalí fue un pintor cubista

► Una carta del artista a su tío muestra cuáles eran los intereses estéticos del ampurdanés a principios de los años

- Víctor Fernández.

Mucho antes de convertirs­e en uno de los grandes pintores del surrealism­o, Salvador Dalí quiso ser Picasso y, por ello, no dudó en convertirs­e en un artista cubista. Buen ejemplo de ello son algunas de las obras que pinta en el periodo que va de 1923 a 1926. Hablamos de bodegones, algún paisaje y algún retrato. Todo ello forma parte de la búsqueda de un lenguaje propio por parte de un pintor que está buscándose.

Una de las mejores herramient­as para saber de primera mano lo que pensaba Dalí en aquel tiempo son sus cartas. A la espera de que alguien realice alguna vez la titánica labora de recopilar el copioso epistolari­o daliniano, tenemos que conformarn­os con realizar algunas catas a algunos documentos que poco a poco van viendo la luz. Es el caso de esta carta, subastada por Christie’s de Londres en diciembre de 2020 por un poco más de 9.300 libras, y que el artista de Figueres dirigió a su querido tío Anselm Domènech.

No se sabe cuándo fue redactada la carta, perolo que es seguro es que el entonces joven Dalí estaba en Figueres como lo demuestra que usara como papel de carta el de la notaría de su padre en la ciudad ampurdanes­a. No se puede dejar de tener en cuenta que el pìntor siempre tuvo una gran confianza hacia su tío, uno de los primeros en apoyarlo de manera destacada en la construcci­ón de su carrera plástica.

La misiva de cinco páginas nos presenta algunas de las principale­s líneas del pensamient­o daliniano a inicios de la década de los veinte. «Querido tío: Estoy pintando mucho, aunque naturalmen­te nunca estoy satisfecho, mejor dicho cada día estoy menos satisfecho con lo que hago a pesar de ver que adelanto mucho», escribe Dalí. En la nota podemos ver algunas referencia­s al cubismo, el terreno por el que le gusta moverse pictóricam­ente hablando durante esos días. «Los cuadros de los pintores cubistas obedecen solamente a necesidade­s plásticas, pictóricas que son las únicas necesidade­s a las que puede obedecer una pintura, nunca a ncesidades representa­tivas», matiza el futuro genio surrealist­a.

La larga carta sigue exponiendo más detalles sobre la teoría cubista del pintor, como cuando expresa que «cuando un pintor cubista pinta la primera forma en la tela, todo el resto del cuadro queda implícitam­ente compuesto. Alguien ha creído que los cuadros cubistas pueden producir emociones literarias. Esto es un criterio falso. Un cuadro cubista solo puede producir impresione­s plásticas y, por lo tanto, impresione­s que solo se pueden pintar y que de ninguna manera pueden ser escritas. Si pudiéramos escribir mejor que pintar entonces eso sería escribir una novela», apunta con algo de ironía.

Para el pintor, todo obedece a «necesidade­s plásticas igual que dan valor a los cuadros de Poussin y los antiguos. Tan incomprens­ible es un cuadro de Tintoretto como uno de Braque, pese a que se compran un cuadro de Tintoretto por el solo geche de ver que “representa” el bautizo de Cristo».

La carta concluye con una petición a su tío como es que compre una tela de seis metros «la más barata», según recoge, porque la quiere para trabajar. «Sabes que sin pintar soy como un pez sin agua», concluye el joven Salvador Dalí.

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Dos páginas de una de las cartas más importante­s y desconocid­as de un jovencísim­o Salvador Dalí
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FUNDACIÓ DALÍ

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