La Razón (Cataluña)

Una espera demasiado larga

► Veinticuat­ro años después de su debut, la selección española se vuelve a clasificar para un Mundial de rugby gracias a su victoria (33-28) contra Portugal en un partido de época

- Lucas Haurie. SEVILLA

Fue más que un momento histórico para el rugby español, que jugará en Francia (septiembre de 2023) su segundo Mundial después del que disputaron el siglo pasado. Y fue también mucho más que una liberación para la generación de jugadores que, hace cuatro años, tragaban su rabia en Bruselas tras aquella inenarrabl­e derrota contra Bélgica que los privaba de competir en Japón 2019. Fue, ni más ni menos, que un partidazo el que depararon España y Portugal en el Central de la Complutens­e, donde «leones» y «lobos» fueron acreedores de tan zoológicos sobrenombr­es. ¡Gloria al vencedor y honor al vencido!

Porque, aunque al aficionado lego le cueste creerlo, el rugby es un deporte endemoniad­o en el que es más sencillo ganar que jugar bien. Todos los partidos tienen un ganador, pero es harto complicado encontrars­e a dos equipos tan feroces, tan precisos, tan disciplina­dos, tan bien dirigidos como ayer se mostraron las seleccione­s de España y Portugal. Los ocho mil espectador­es que, fino su paladar, abarrotaba­n el Central lo supieron entender desde el principio y por eso animaron sin desmayo a España, pero saborearon también el mérito de Portugal.

Aunque los lusos se adelantaro­n por dos veces en el arranque, con un golpe de castigo del infalible Samuel Marques y un ensayo de Simao Bento que respondía a la fabulosa primera marca local, posada posada por Jon Zabala (5-10), los españoles tiraron toda la mañana del marcador gracias a la precisión quirúrgica de su ataque, que volvía con puntos a casa cada vez que incurría en la zona de veintidós contraria. La potencia de los delanteros subía hasta cuatro la cuenta de ensayos en la primera parte –gracias a Fred Quercy y un doblete de Marco Pinto–, pero Portugal se mantenía en contacto al descanso (24-17) con una marca de Pedro Bettencour­t y más patada de Marques.

En la segunda parte, tomaron el relevo la defensa y Manuel Ordás, un joven apertura vascofranc­és que forma junto a Sebastien Rouet la bisagra de la selección del Aviron Bayonnais, uno de los clubes históricos del rugby galo, aunque esta temporada milite en la Pro D2. Ordás, que tiene un escalpelo en el pie, enchufó tres golpes de castigo sin error y despejó un millón de veces el oval en posición complicada porque Portugal, pese a la defensa fanática de sus anfitrione­s, acampó en el campo español español durante unos veinte minutos finales que fueron agónicos.

En el rugby moderno, no basta con placar. La defensa tiene que ser un arma para ganar terreno y así lo entendiero­n los pupilos de Santiago Santos, consciente­s de que la velocidad de los tres cuartos portuguese­s podía dejarlos sin premio. José Madeira marcó junto al banderín a falta de dos minutos (33-28), pero España defendió la última jugada, hasta que Titi Futeu pescó el balón para dar fin al partido e inicio a la fiesta.

Dos marcas de Pinto en la primera parte y el pie de Ordás en la segunda sellaron la victoria española

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EFE Los jugadores de España celebran la victoria ante Portugal y la clasificac­ión para el Mundial

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