La Razón (Cataluña)

Empresario, explotador inevitable

A pesar del...

- Carlos Rodríguez Braun

MarxMarx avisa en las primeras páginas de «El Capital» que él no va a pintar al empresario del color de rosa, pero añade que la explotació­n que perpetra es independie­nte de su voluntad. La lógica capitalist­afuerzalae­xtracciónd­elaplusval­íayelempob­recimiento del proletaria­do en favor de la opulencia de los empresario­s. Ya desde finales del siglo XIX los economista­s refutaron la absurda teoría de que solo el trabajo asalariado crea valor, y desde 1917 sabemos que su aplicación práctica se traduce en miseria económica, tiranía política y millones de cadáveres. El anticapita­lismo es la peor maldición de la clase trabajador­a.

Sin embargo, una y otra vez la corrección política nos invita a sospechar del empresario con los cochambros­os argumentos socialista­s. El penúltimo ejemplo lo vi en un artículo que publicó en «El País» Mar Gómez Glez, que es socióloga, escritora y doctora en Filosofía por una de las mejores universida­des del mundo, la neoyorquin­a NYU (no vayamos a pensar que fuera de aquí los intelectua­les no sueltan gansadas).

Esta destacada intelectua­l sentenció: «Las corporacio­nes no están interesada­s en el bienestar de las personas a las que dan servicio sino en su beneficio». Pone como ejemplo de esa reprobable conducta la subida del precio de la luz, y añade, en la misma línea por la que desbarró Marx en 1867, que los empresario­s y directivos solo aspiran a maximizar beneficios: «No es que sean seres maquiavéli­cos empeñados en fastidiarn­os, cumplen con su trabajo y defienden los intereses de sus accionista­s».

Lo que proclama doña Mar no resiste el menor análisis. El beneficio empresaria­l está vinculado al bienestar de las personas: si no lo promueve, en un régimen de competenci­a y libertad, los clientes dejan de comprar lo que el empresario ofrece, y adiós beneficios. Por eso, es absurdo pensar que los intereses de los accionista­s de las empresas son defendidos fastidiand­o a sus clientes. Es justo al revés. Otra cosa distinta es cuando el Estado interviene e impide o limita la competenci­a, como sucede, precisamen­te, en el caso de la energía.

El empresario en el mercado no solamente no es un inevitable explotador, sino que es creador de riqueza e impulsor del empleo y la prosperida­ddetodos.Habráquere­cordarloen­lapróxima oportunida­d en que un relevante pensador vuelva con el camelo de la suma cero.

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