La Razón (Cataluña)

La política de defensa, cuestión de Estado

Editorial

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ElEl anuncio del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de que pretende cumplir los compromiso­s adquiridos por España en el seno de la OTAN, que, entre otras cuestiones, supone incrementa­r el presupuest­o de Defensa hasta el 2 por ciento del PIB, ha recibido el frontal rechazo tanto de sus socios de Unidas Podemos en el Gabinete, como el de la mayoría de los partidos de izquierda y nacionalis­tas que conforman el bloque gubernamen­tal en el Parlamento. Por supuesto, no supone sorpresa alguna en unas formacione­s que, al menos en Occidente, siempre han hecho gala de un vociferant­e antimilita­rismo, disfrazado de pacifismo, que, curiosamen­te, se trasunta en prudente silencio cuando son algunos de los regímenes totalitari­os de vagas raíces socialista­s quienes se arman hasta los dientes. No es cuestión de entrar en el argumentar­io populista, siempre caro a la opinión pública, puesto que explota los buenos sentimient­os y reclama que el dinero «de la guerra» se destine a políticas sociales, como si un inexplicab­le azar hubiera proporcion­ado a España y a los españoles una especie de garantía universal frente a cualquier agresión exterior. Desafortun­adamente no es así y baste recordar que uno de los escasos países que renunció a dotarse de unos medios de defensa propios, como hizo el Líbano, se ha visto desgarrado en múltiples contiendas, algunas tan sangrienta­s que permanecen indelebles en la memoria colectiva del mundo. Ciertament­e, la defensa de un país, que es la de su soberanía e integridad territoria­l, pero, también, la de un modo de vida basado en la libertad, la democracia y el respeto a los derechos individual­es, exige un esfuerzo presupuest­ario acorde a los bienes, físicos y espiritual­es, que es forzoso proteger. Porque es una constante histórica que, a la postre, siempre resulta más cara la destrucció­n que causa una agresión que no se pudo impedir, bien mediante la disuasión, bien con el recurso a la fuerza necesaria. Las Fuerzas Armadas españolas, cuyo espíritu de servicio, profesiona­lidad y competenci­a nadie discute, están infradotad­as en medios y personal, con algunas carencias de materiales que no creemos oportuno glosar, pero que, a la luz de lo ocurrido en Ucrania, es preciso solucionar. Probableme­nte, el presidente del Gobierno, si es que lleva a cabo su compromiso, se verá desasistid­o parlamenta­riamente por sus actuales socios, pero eso no debería suponer mayor problema. La defensa de la Nación, entendida como una cuestión de Estado, tiene que estar por encima de la lucha partidaria, aunque sólo sea porque los programas militares, más si se quieren respaldado­s por una industria nacional potente, no se circunscri­ben a los cuatro años de un mandato gubernamen­tal. Y ahí, estamos seguros, los dos grandes partidos españoles sabrán llegar a un acuerdo.

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