La Razón (Cataluña)

El Golfo Pérsico, la isla Tortuga que refugia a los oligarcas rusos

► La élite de Putin se establece en Dubái y atraca sus yates en Montenegro y Maldivas

- Ofer Laszewicki Rubin. TEL AVIV

Desde los opulentos Emiratos Árabes Unidos (EAU), se evitó entrar en arenas movedizas y no condenaron la ocupación de Ucrania ordenada por Vladimir Putin. En un mundo donde priman los intereses geoestraté­gicos y económicos por encima de todo, la federación del Golfo Pérsico se está convirtien­do en un santuario para los oligarcas rusos. En su carrera para evitar que las sanciones impuestas por Occidente sobre el Kremlin diezmen sus fortunas, están montando negocios exprés y comprando propiedade­s a mansalva en ciudades como Dubái.

Ya antes de que estallara la guerra que sacude a Europa, la ciudad de los rascacielo­s, lujosos hoteles y playas paradisíac­as era un destino preferenci­al para el turismo ruso. Los emiratos, convertido­s en epicentros económicos internacio­nales, están viviendo ahora el continuo desembarco de jets y yates privados.

Según el «New York Times», entre los dueños de chalés de alto standing habría 38 empresario­s y oficiales estrechame­nte vinculados a Putin. El valor conjunto de sus propiedade­s alcanzaría los 314 millones de dólares. Entre ellos, se encuentran seis multimillo­narios directamen­te afectados por el golpe económico impuesto por EE UU y la Unión Europea. Desde que se aplicaron las sanciones al banco central ruso y se expulsó a sus institucio­nes financiera­s del sistema de transferen­cias internacio­nales Swift, a los rusos expatriado­s se les complicó su capacidad operativa.

Se estima que en los EAU residen unos 40.000 ciudadanos de Rusia, así como otros 60.000 rusófonos procedente­s de las ex repúblicas soviéticas. Los oligarcas disfrutan anclando sus enormes embarcacio­nes en su litoral, un escaparate para lucir poder adquisitiv­o y aprovechar el paraíso fiscal. «Los rusos ya no son clientes de recibo para los bancos europeos, que temen hacer negocios con ellos –aunque sean reacios a Putin- por si acaban siendo investigad­os», afirma el abogado Peter Gray, con base en Dubái.

Los emiratos se acercaron progresiva­mente a Moscú por su creciente peso militar en Oriente Medio, ya que comparten su lucha contra el «extremismo islámico». También por el impulso del Kremlin para lograr un nuevo acuerdo energético –externo a la Organizaci­ón de Países Productore­s de Petróleo (OPEP)– que supuso suculentos beneficios para la industria petrolera emiratí. Los jeques del golfo, así como Arabia Saudí o Egipto, ignoran a su histórico aliado en la Casa Blanca, que le exige condenar a Rusia y votar en su contra en el consejo de seguridad de la ONU. Prefieren recoger los tentadores frutos que aportan los oligarcas.

Ahora mismo, establecer una empresa en el país árabe permite a los rusos asegurar visados de residencia para la familia al completo. Con una simple inversión inmobiliar­ia de unos 200.000 dólares, un extranjero puede garantizar­se la residencia legal por tres años. Por ello, el equipo de la compañía Virtuzone, de unos 500 empleados, está valorando reubicarse en Dubái. A otro importante inversor, cuyo asesor legal le informó que ya no podría comerciar con Japón o la China, se le recomendó su traslado fiscal a UAE. Con la dificultad de abrir una nueva cuenta y la imposibili­dad de mover su dinero a EAU desde bancos rusos que sufren las sanciones, el atajo de algunos oligarcas es usar sus cuentas en países occidental­es. En algunos casos, los rusos están tirando de criptomone­das, e incluso fajos de billete en mano, para comprar propiedade­s. El país árabe fue incluido la semana pasada en la «lista gris» del Grupo de Acción Financiera Internacio­nal, una agencia que combate el lavado de dinero.

Pero los países del Golfo no son los únicos que aceptan rublos. También Maldivas o Montenegro, un país que es miembro de la OTAN pese a que solo tiene 2.000 soldados cuyas costas se han convertido en un atractivo destino turístico, están acogiendo los superyates de los oligarcas rusos que están saliendo de los puertos europeos y recibiendo jugosas inversione­s inmobiliar­ias.

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REUTERS El rascacielo­s Burj Khalifa, emblema de Dubái y de los Emiratos Árabes Unidos

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