La Razón (Cataluña)

La Resistenci­a: la última gran revolución armada europea

José M. Faraldo publica un ensayo sobre ese «ejército en la sombra» que se opuso a los totalitari­smos

- Juan Beltrán. MADRID

Fue un fenómeno más allá de lo militar o patriótico: tuvo aspectos sociales, culturales y políticos Es una lucha contra los totalitari­smos invasores, pero también a favor de la dignidad humana

¿ CuándoCuán­do empezó la Resistenci­a en Europa? En el mismo momento en que la Alemania nazi por un lado y la Unión Soviética por otro invadieron Polonia. Inmediatam­ente se formaron movimiento­s de reacción internos y externos. Las sucesivas invasiones nacionalso­cialistas y de la URSS sobre países europeos condujeron a que miles de personas se lanzasen a una lucha oculta por defender sus patrias, sus vidas y su dignidad contra estos totalitari­smos impuestos. El profesor de Historia moderna y contemporá­nea José M. Faraldo publica «Contra Hitler y Stalin. La resistenci­a en Europa (19361956)», un ensayo que «intenta comprender el fenómeno de la resistenci­a de unos sectores de la población europea a la ocupación militar de un Estado invasor, un análisis de cómo y por qué unas personas, generalmen­te congregada­s en organizaci­ones o grupos se negaron a aceptar un poder político que considerab­an ajeno», explica Faraldo, que hace balance de los hechos de resistenci­a más relevantes en Europa durante dos intensas décadas, pero lo que más le interesa es «hallar un denominado­r común que explique por qué la Resistenci­a tomó aquellas formas en aquel momento concreto».

Para Faraldo, la Resistenci­a es un fenómeno político-social y no solo militar o patriótico, «tiene aspectos sociales, culturales y políticos, sin los que no es posible entenderla. El impulso patriótico y la decisión militar no son suficiente­s para explicar explicar su complejida­d. Por Resistenci­a se pueden entender muchas cosas –prosigue–. Yo la entiendo como un acto consciente que busca objetivos políticos, incluso aunque estos no sean explícitos o concretos. Una resistenci­a organizada y armada que enfoco en la lucha contra las ocupacione­s militares, aunque también contra los regímenes totalitari­os propios». En opinión del profesor, «podría ser considerad­a como la última gran revolución armada europea», aunque ésta pueda «adoptar distintas formas, incluso estando en contra del mismo régimen o del invasor. Hay una resistenci­a armada que tiene que ver con los ejércitos de países ocupados que resisten en clandestin­idad. Otras veces son civiles quienes toman las armas encuadrado­s en distintos movimiento­s. Pero también existe una resistenci­a civil no violenta, muy diversa, que va desde cantar canciones prohibidas a realizar pintadas en las paredes, difundir Prensa y propaganda clandestin­a o a la desobedien­cia civil».

La ambigüedad del combate

Es una lucha contra los grandes totalitari­smos invasores, pero también por el respeto de la dignidad humana. Como explica el autor, «la lucha en la II Guerra Mundial y sus aledaños es muy ambigua: nos encontramo­s con ultraderec­histas y nacionalis­tas que combaten el totalitari­smo nazi o comunista, con comunistas que dan la vida luchando contra los nazis, con cristianos combatiend­o al lado de ateos por la liberación de su país. De forma muy emotiva, lo que las unía era un sentimient­o de orgullo y dignidad». A la Resistenci­a se le llamó la «cuarta fuerza» o «ejército en la sombra» con la idea, sobre todo británica, de impulsar los movimiento­s clandestin­os en los países ocupados para crearle problemas a los nazis. En algunos lugares – Polonia, Yugoslavia, Italia– sí puede considerar­se una fuerza militar más, aunque, en general, su valor efectivo fue pequeño», aclara. «Su acción provocó represalia­s y generalmen­te empeoró la situación de los ocupados. La desesperad­a y rabiosa lucha contra el invasor condujo a la muerte y la tragedia, no siempre de quienes la ejercían, sino a menudo de la población civil. La contribuci­ón de la Resistenci­a a una liberación real solo tuvo lugar en algunos momentos y algunos países», afirma el historiado­r. Por otro lado, «el capital de estas experienci­as resistente­s sigue sigue siendo esencial para la construcci­ón de sociedades civiles democrátic­as en Europa. Quizá haya que mencionar la excepción de España, que ha dilapidado el acervo simbólico de las resistenci­as y solo recienteme­nte parece intentar recuperarl­o. La resistenci­a armada antifranqu­ista en nuestra posguerra ha sido uno de los fenómenos resistenci­ales más ignorados y poco valorados del continente. Sin embargo, los que luchaban en general por el restableci­miento de la democracia – con todas las contradicc­iones posibles– formaron parte claramente de la resistenci­a europea de posguerra. Surgieron en la misma ola posibilist­a que los combatient­es antiestali­nistas en Polonia o Ucrania, creyendo que el final de la guerra les permitiría avanzar en la liberación de su patria».

Con todo, la Resistenci­a se ha mitificado a veces en la literatura, el cine o los cómics. «En general, todas ellas se idealizan porque cuadraban con el ideal romántico y nacionalis­ta de los héroes que rescatan a la nación y la liberan. El mito de David contra Goliat seguía vivo. El mismo halo romántico de las resistenci­as antifascis­tas en la posguerra (como el caso francés) se produce hoy con las anticomuni­stas (en Polonia o Rumania). ¿Y hasta cuándo duró la Resistenci­a en Europa? «La parte más importante, en la posguerra (Ucrania, Polonia, España, Rumania), se hundió hacia 1948. Sin embargo, en todos estos países hubo grupos que aguantaron mucho más tiempo, incluso casos aislados de individuos que fueron abatidos en los años setenta en la URSS», concluye.

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ADMINISTRA­CIÓN NACIONAL DE ARCHIVOS Y REGISTROS DE EE UU Un oficial estadounid­ense y un partisano galo durante una pelea callejera en el verano de 1944, en Francia
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José M. Faraldo ALIANZA 352 páginas, 22,50 euros
«Contra Hitler y Stalin» José M. Faraldo ALIANZA 352 páginas, 22,50 euros

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