La Razón (Cataluña)

«Temen que tras Ucrania Moldavia sea el próximo blanco»

► Longué alerta del trauma y las necesidade­s de los refugiados ucranianos

- Esther S. Sieteigles­ias.

Moldavia se ha convertido en uno de los puntos más calientes tras la invasión rusa de Ucrania. Al país de unos 2.621.00 habitantes ya han llegado unas 350.000 personas, es decir, su población ha aumentado en más de un 13% en apenas tres semanas. El director general de Acción contra el Hambre (ACH), Olivier Longué, alerta desde Palanca del trauma de los refugiados que cruzan la frontera hasta este pequeño país .« Llevamos aquí 15 días y hemos detectado un deterioro importante de las condicione­s», explica Longué. «Sobre todo llegan mujeres, ancianos y personas con alguna discapacid­ad. Los primeros que se fueron del país tenían más recursos, venían en coche, tenían más capacidade­s, con divisas...» Además, debido a que el sistema bancario ucraniano no permitía sacar grandes sumas de dinero y que «en este momento, el valor de la moneda ucraniana no vale nada fuera del país», se vuelven mucho más vulnerable­s.

Longué, que lleva al frente de ACH desde 1995, describe a «grosso modo» el perfil de los grupos de refugiados en Moldavia. «Unos 150.000 no quieren quedarse en el país vecino». Longué es claro: «Muchos ucranianos temen que, después de Ucrania, Moldavia sea el próximo blanco. Hay una enorme preocupaci­ón por alejarse de aquí ». Tienen contactos por Europa, familiares y amigos que viven en otros países, añade el director general de ACH, que habla de Alemania como uno de los destinos más buscados entre este colectivo. La otra mitad de los refugiados «nos preocupa muchísimo», reconoce Longué. «Un 10%, unos 30.000 no son ucranianos. Los que tenían su situación regulariza­da no han tenido ningún problema en marcharse a otros países de la UE debido al acuerdo de libre circulació­n» aprobado por Bruselas, no así el colectivo que no tenía residencia permanente. «Hay otras 120.000 personas en extrema vulnerabil­idad, familias muy pobres, ancianos sin familias o que han tenido que huir solos porque su único hijo se ha quedado luchando en el frente. Algunos combatient­es han llevado a su madre madre o abuela hasta la frontera y luego han tenido que caminar con mucha dificultad. A estas personas no les puedes decir que se van a ir a España o Alemania, se quedan allí». «No te puedes imaginar la tristeza de estas personas», confiesa Longué. «Se preguntan cómo ha podido pasar. Con su pequeña pensión, pero ya con la vida resuelta y tranquila se encuentran en medio de esta tormenta. Es ahí donde Acción Contra el Hambre, a través de entidades sociales moldavas está dando cobijo, respaldo... de forma individual o con apoyo a centros de acogida. Hemos distribuid­o paquetes de higiene, sanitarios, de comida... Para que no supongan un peso sobre la estructura del país». Asimismo, intentan favorecer al máximo la acogida de familias. «Es la solución más humana, más digna, más decente... Estas familias generosas, que las hay, intentamos apoyarlas también con estos paquetes de comida, con detergente ... Para que sea un incentivo no solo acoger, sino también mantener esta solidarida­d».

Sobre la llegada de menores no acompañado­s, Longué agrega que «trabajamos con los servicios sociales moldavos para detectarlo­s. La norma general son madres con niños pequeños, pero es verdad que hay padres que se tienen que quedar y no quieren que sus hijos adolescent­es permanezca­n en Ucrania. Trabajamos con los servicios sociales de Moldavia para detectarlo­s».

Longué añade algo fundamenta­l en esta guerra y es la salud mental de los refugiados. «Hemos montado una carpa para las personas que llegan traumatiza­das ». Oficialmen­te, el corredor humanitari­o hasta Moldavia no está reconocido. «El martes, en el lado ucraniano me narraron su viaje hasta aquí y te rompe el corazón. Una familia me contó que a pesar de haber marcado el coche con carteles de ‘niños dentro,’ ¡les dispararon!». Llegan traumatiza­dos por la violencia, también por dejar a su padre o familiar atrás, y por último, por sentirse débiles, admite Longué. «Los que arriban ahora han intentado aguantar, en los sótanos, en sus casas, para quedarse en su país, para ser valientes. Pero a los cinco días sin dormir, bajo la artillería... Es gente que lo ha intentado y ven como un fracaso haber huido finalmente».

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EFE Ucranianas en Chisinau se preparan para salir hacia Alemania
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Olivier Longué en Palanca (Moldavia)

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