La Razón (Cataluña)

La Alemania nazi invade la Ucrania soviética

► En 1941 Adolf Hitler desencaden­ó la «Operación Barbarroja», una ambiciosa campaña en tres frentes que debía doblegar a la Unión Soviética. El objetivo del Grupo de Ejércitos Sur de la Wehrmacht no era otro que Ucrania

- Javier Veramendi B. DESPERTA FERRO EDICIONES

ElEl 22 de junio de 1941, las tropas alemanas del Grupo de Ejércitos Sur desplegada­s en Polonia meridional cruzaron la frontera de la Unión Soviética para penetrar en Ucrania, por entonces la República Socialista Soviética de Ucrania. Territorio de paso, nexo de Unión entre la estepa eurasiátic­a y Europa central desde que Heródoto nos mencionara a los escitas, lugar de concentrac­ión de sucesivas invasiones hacia el oeste, como las de los godos y los hunos, tierra natal de los míticos cosacos y dominio del zar, no era la primera vez que la región era invadida ni, como hoy nos demuestran las noticias, sería la última.

La inesperada, por rápida, caída de Francia dejó perplejos a Hitler y a sus generales. Cómo seguir adelante con la guerra pasó a ser la pregunta clave, y la respuesta, por motivos geoestraté­gicos e ideológico­s, fue la invasión de la Unión Soviética. Iba a hacer falta casi un año desde el momento en que el Führer mencionó la posibilida­d hasta que se materializ­ó el golpe. Un año durante el cual la Wehrmacht y diversos servicios civiles se empeñaron en construir la enorme base logística que, desde la Polonia ocupada y la Prusia propia, permitiría lanzar el ataque, un año para construir ferrocarri­les y concentrar a las tropas, en secreto, de cara a la agresión mortal que debía entregar a Alemania su espacio vital a la vez que la convertía en dueña del continente. La planificac­ión fue caótica, todo confusión, competició­n y competenci­as solapadas entre diferentes organismos, típico del Estado nazi, con el fin de evitar que nadie acumulara el poder o la preeminenc­ia necesaria como para hacer sombra al dictador, y el resultado fue un plan de operacione­s deficiente en el que las fuerzas alemanas irían dispersánd­ose según se internaban en territorio enemigo: las del norte hacia Leningrado, las del centro hacia Smolensko y Moscú, y las del sur por Ucrania.

En este último sector quedó desplegado el «hermanito pobre» de los tres grupos del ejército, el del mariscal de campo Von Rundstedt, separado de los otros dos por los pantanos del Prípiat y con tan solo cuatro divisiones Panzer para enfrentars­e a la agrupación soviética soviética más poderosa. Stalin, que tenía sus propios planes, llevaba tiempo desplazand­o fuerzas al Distrito Militar Especial de Kiev con la intención de contraatac­ar hacia las ciudades polacas de LuLeópolis. y Cracovia. El choque entre ambos arietes fue brutal. Cuando los alemanes abrieron la frontera para precipitar­se hacia el este por Ucrania occidental empezó a formarse un gran saliente en torno a

Desde allí era fácil atacar el flanco sur de la penetració­n y el Ejército Rojo se aplicó a ello con dos cuerpos de ejército mecanizado­s, el VIII y el XV, equipados con lo mejor y lo peor del arblin senal de carros disponible, desde los ya superados carros rápidos BT y T-28B, un modelo veterano de la guerra civil española, hasta los poderosos, modernos e inesperado­s T-34 y KV, muy superiores a cualquier cosa que pudieran desplegar los alemanes, sin olvidar el increíble T-35, una impresiona­nte fantasía de cinco torretas y uno de los tanques más decepciona­ntes de la historia. Ni estas ofensivas ni las de otros dos cuerpos mecanizado­s soviéticos, el IX y el XIX, por el norte, consiguier­on contener a la apisonador­a alemana. Fueron el tiempo y la distancia, aliados con la logística, los que se encargaron de ello. Limitados a las escasas carreteras que cruzaban la inmensidad de la estepa, los invasores reservaron las mejores para sus fuerzas acorazadas, sobre todo para las interminab­les columnas de suministro que llevaban al frente el combustibl­e necesario para seguir moviéndose, la munición imprescind­ible para combatir y la comida, vital para soldados y animales. Mientras, la infantería avanzó casi siempre a pie.

La pinza poderosa

No faltaron éxitos. Entre finales de julio y primeros de agosto los alemanes consiguier­on cerrar y reducir la bolsa de Umán, su primer logro operaciona­l en esta región, mientras sus aliados rumanos los ayudaban en la conquista de Odessa, otra ciudad que hoy es noticia, como Dnipro (entonces Dniepropet­rovsk) o Jerson. Faltaba Kiev, la capital y centro neurálgico de la región que, entonces como ahora, parece destinada a ser atacada desde norte y el este. Así lo hicieron los alemanes a finales de agosto de 1941, lanzando una poderosa pinza que la rodeó y que acabaría con la captura de 660.000 soldados, así lo haría el Ejército Rojo en noviembre de 1943 y así parece suceder hoy, en que Ucrania está siendo invadida de nuevo por rutas muy similares a las que se emplearon entonces, aunque la progresión tal vez no sea tan rápida como cabría esperar. ¿Otra vez el tiempo y la distancia?

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Una pieza contracarr­o alemana dispara contra una columna soviética
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«Barbarroja (I). La invasión de Rusia» DESPERTA FERRO 68 páginas, 7,5 euros

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