La Razón (Cataluña)

«La belleza de darse a Dios y a la Iglesia»

- Cardenal Juan José Omella Cardenal Juan José Omella Puyol es Arzobispo de Barcelona

AyerAyer celebramos la Solemnidad de San José, patrón de la Iglesia, una fiesta muy nuestra porque coincide con el Día del Padre. Además, para los católicos, también es una celebració­n entrañable por ser el Día del Seminario.

En 1593, Mons. Joan Dimas Lloris, obispo de Barcelona, fundó el Seminario Conciliar de Barcelona, situado desde 1882 en la calle de la Diputación. Este edificio, en el corazón de Barcelona y en el corazón de los barcelones­es, es el hogar de los seminarist­as, donde viven, comparten y disciernen la llamada del Señor, acompañado­s siempre de sacerdotes que les ayudan en su maduración para convertirs­e en futuros pastores de las comunidade­s cristianas.

El pasado 27 de febrero, en la basílica de la Sagrada Familia, tuvimos el gozo de ordenar a cinco nuevos presbítero­s, dos de los cuales están en Roma ampliando estudios. Todos ellos son muy bienvenido­s y, sobre todo, son una bendición para toda la diócesis.

Nuestro Seminario es una institució­n viva, con razón decimos que es el corazón de la diócesis. Aunque quisiéramo­s más vocaciones en el ministerio ordenado para atender la creciente demanda de atención espiritual, debemos pensar que, con la ayuda de Dios, cada vocación está llamada a ser un don para la Iglesia y para el mundo.

El Seminario tiene la misión de acompañar a los seminarist­as, en un ambiente de familia, para ayudarles a descubrir la llamada de Dios y para hacerles crecer humana, espiritual e intelectua­lmente. La Sagrada Familia fue una escuela para Jesús, de la misma manera el Seminario debe serlo para los futuros presbítero­s. San José es un buen modelo tanto para los seminarist­as como para sus formadores. Él hizo de padre con una entrega total, él fue para Jesús la manifestac­ión de la ternura de Dios. Por eso, «Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres» (Lc 2,52).

El papa Francisco, en el capítulo séptimo de su carta apostólica Patris corde (Con corazón de padre), hace referencia a la necesidad que tiene la sociedad de una figura paterna y añade que también la Iglesia necesita padres. El Papa dice que cada sacerdote u obispo tendría que poder decir como san Pablo: «[…] por medio del Evangelio, soy yo quien os ha engendrado para Cristo Jesús» (1Co 4,15).

A San Pablo le preocupa cómo debe ser un buen servidor de Cristo. En la primera carta a los Corintios expresa con vehemencia: «¿Qué queréis? ¿Que vaya a visitaros con un palo o con amor y espíritu de mansedumbr­e?» (1Co 4,21). Nuestra misión es proponer con ilusión la Buena Nueva, el mensaje de Jesús, pero sin imponerlo por la fuerza. Así lo haría un buen padre. El padre escucha, acompaña, acoge y corrige con dulzura, pero con firmeza. El padre nunca reniega del hijo. Ojalá que los sacerdotes sepamos ser así.

Queridos hermanos y hermanas, orad a Dios para que haga crecer el número de las vocaciones sacerdotal­es y para que muestre la belleza de servir a Jesús en esta vocación. Oremos todos por nuestros seminarist­as y por los sacerdotes que los acompañan. Cada seminarist­a se prepara para darse a Dios y servir a los hombres, sobre todo los más necesitado­s de nuestra sociedad.

Santa María, madre y reina de los apóstoles,

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