La Razón (Cataluña)

España busca acelerar la reconcilia­ción con Rabat por temor al repunte migratorio

► En plena crisis de refugiados por la guerra, el Ejecutivo sabe que tendrá que lidiar solo frente a los flujos del sur

- Antonio Navarro.

¿Por qué ha sido ahora, en plena guerra en Ucrania, escalada mundial de precios de la energía y crisis migratoria en Europa central –aunque también en el Mediterrán­eo–, cuando el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se ha decidido a expresar su apoyo al plan autonómico de Marruecos –lo que desde Rabat se venía pidiendo desde hace más de un año– para poder normalizar las relaciones? ¿Cuál ha sido el factor que ha pesado más en una decisión histórica que no fue consensuad­a con su socio de coalición gubernamen­tal ni consultada con la oposición?

Aunque la red de intereses con Marruecos es tupida, la cuestión migratoria está en estos momentos en el centro de las preocupaci­ones de las autoridade­s españolas. El deterioro social en las regiones septentrio­nales de Marruecos tras dos años de pandemia y cierre de fronteras con Ceuta y Melilla –cuya reapertura sigue de momento en el aire– y, sobre todo, la creciente inestabili­dad política y social en el Sahel auguran meses de presión migratoria en el norte de África.

«Los riesgos de un deterioro de la situación socio-económica (precios del trigo en vísperas del Ramadán) y previsible incremento de la presión migratoria a corto plazo ha empujado a España a acelerar la reconcilia­ción con Rabat, pero es una cuestión que Argelia también puede usar (aunque ha querido desmarcars­e de las prácticas de su vecino)», explica a LA RAZÓN la profesorad­eRelacione­sInternaci­onales de la Universida­d Complutens­e de Madrid y especialis­ta en Argelia Laurence Thieux. No en vano, tanto la nota de Moncloa como la del Gabinete Real coincidían en la «determinac­ión para afrontar juntos desafíos comunes, especialme­nte la cooperació­n de la gestión de los flujos migratorio­s en el Mediterrán­eo y el Atlántico, con un espíritu de total cooperació­n».

España sabe que tendrá que lidiar –y teme volver a verse solo– con un incremento de los flujos migratorio­s con una Europa ya desbordada por la crisis migratoria que está provocando la guerra en Ucrania. No en vano, el episodio de Ceuta en mayo del año pasado, cuando más de 10.000 personas lograron entrar en menos de 48 horas en la ciudad autónoma gracias a la inhibición de las fuerzas de seguridad marroquíes, es el recordator­io más crudo y oportuno en estos momentos de las consecuenc­ias que puede acarrear tener a Marruecos enfrente.

Ladecisión­deSánchezd­eapoyar el plan marroquí –esbozado en 2007 por Rabat, aunque no implementa­do por el momento– para la que fuera colonia española hasta 1975 coincide con un repunte migratorio en los primeros tres meses del año. De hecho, en la ciudad de Melillalas­ituaciónha­sidoespeci­almente tensa en las últimas semanas. Los pasados 2 y 3 de marzo se produjeron en la valla de la ciudad autónoma con Marruecos dos saltos masivos protagoniz­ados por jóvenes subsaharia­nos. Más de 4.000 personas protagoniz­aron las tentativas –especialme­nte nutrida fue la primera, con al menos 2.500 personas encaramada­s a la verja– y 900 personas lograron acceder a suelo español. Días después hubo otra tentativa masiva, aunque el trabajo de las fuerzas de seguridad de los dos países la frustró.

Por otra parte, según datos del Ministerio­delInterio­r,laentradad­e migrantes irregulare­s en territorio español a través de Canarias desde las costas marroquíes se incrementó un 134,8% en los dos primeros meses de 2022 respecto al mismo período el año pasado. 5.496 inmigrante­s llegaron al archipiéla­go, frente a los 2.341 del año pasado.

La gran incógnita en estos momentos es conocer las consecuenc­ias de lo que desde Argel, que niega haber sido informado por el Gobierno de Sánchez, se califica de «segunda traición española». Apenas un día después del paso adoptado por el Gobierno de España, las autoridade­sargelinas­retirabana­su embajador, lo que puede constituir la antesala de ulteriores medidas.

La que más preocupa, en un momento de crisis energética, es una eventual interrupci­ón del suministro de gas desde el país magrebí a la Península. No le faltan a Argel clientes en el actual contexto de sanciones y boicot a Rusia. «Es un cálculo arriesgado pero también Argelia necesita vender su gas y la reorientac­ión de los canales de suministro le beneficia en un momento en que tiene que compensar el incremento de otros precios en un contexto político y económico complicado», precisa Thieux. No menos preocupant­e es un posible incremento de la presión migratoria desde el frente argelino en los próximos meses. En la primera mitad de 2021 casi el 75% de los migrantes llegados a España fueron argelinos.

En los dos primeros meses del año la llegada de migrantes a Canarias ha crecido un 134,8%

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AP En mayo del pasado año miles de marroquíes entraron en la ciudad de Ceuta, lo que obligó a desplegar al Ejército

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