La Razón (Cataluña)

Cuando la emoción brilla por su ausencia

Perera y De Justo, ovacionado­s en una manejable victorinad­a

- Paco Delgado. VALENCIA

El más escurrido y vareado cuarto se llevó un buen puyazo y se quedó minutos bajo el peto

CASTELLÓN. Primera de feria. Media entrada. Toros de Victorino Martín, manejable el primero, incierto el segundo, noble el tercero, repetidor el cuarto, muy blando el quinto y parado el sexto. Miguel Ángel Perera, de bandera y oro, media, aviso (ovación); pinchazo, aviso, media (ovación); entera, (ovación).

Emilio de Justo, de negro y oro, entera caída, (ovación); cuatro pinchazos, aviso, entera, (ovación); dos pinchazos, estocada, (silencio).

De las cuadrillas destacaron Juan Sierra y Curro Javier.

ConCon el susto en el cuerpo -por la mañana se suspendió ya el festejo inaugural de recortes-y recortes-y viendo como las barbas del vecino fueron cortadas 24 horas antes por un mal tiempo que también aquí amenazaba, comenzó una nueva edición de la Feria de La Magdalena, serial que tras el forzoso traslado del pasado año a junio volvía a darse en sus fechas tradiciona­les.

Y arrancó con un mano a mano que si en la teoría era muy interesant­e, máxime si se tiene en cuenta que enfrente había toros de Victorino Martín, otro aliciente importante, en la práctica y a efectos administra­tivos no llenó más de media plaza ¿Qué pasa? Pues, a lo peor, que en el ruedo suele haber poca emoción. Los toros de Victorino, por ejemplo, paradigma de picante e interés, salieron ahora de una manejabili­dad incompatib­le incompatib­le con la tensión que requiere este espectácul­o.

Un cinqueño -como toda la corridacor­nipaso corridacor­nipaso y serio abrió plaza, pero todo su ímpetu y majestuosi­dad se pareció diluir tras el único, y leve picotazo, que recibió en varas. Pero aguantó en el último tercio, embistiend­o además de con suavidad, con docilidad y templanza, permitiend­o a Miguel Ángel Perera una faena muy cómoda y tan limpia como larga pero sin emoción alguna.

Su segundo, pese a su al parecer obligada falta de fuerza, también fue muy manejable y de gran nobleza, arrastrand­o el morro por la arena. Sólo bien mediada ya su labor, Perera logró acoplarse en dos tandas al natural, pero sin apurar el mucho contenido de un victorino incansable.

El quinto, tímidament­e protestado por su blandura, era la última carta de Perera, que estuvo mucho rato con el toro pero sin lograr que hubiese conexión entre las partes, en una labor larga y monótona que no interesó a nadie.

Pese a que se le cuidó mucho en el caballo, el segundo tampoco tuvo mucha pujanza, llegando a la muleta mucho más incierto y revolviénd­ose con presteza. Se tragaba dos muletazos pero al tercero esperaba, mirando y viendo qué pasaba. Emilio de Justo anduvo dispuesto y firme, tratando de desengañar a su oponente en una labor si bien un tanto intermiten­te valiente y muy digna.

El más escurrido y vareado cuarto se llevó un buen puyazo y estuvo mucho rato bajo el peto. Se revolvía como una largartija y buscaba los tobillos, obligando a su matador a doblarse por bajo de inicio para intentar domeñar ese genio. Y aunque corrigió aquellos defectos no pudo impedir que mirase mucho antes de tomar el engaño, cosa que hizo también con rectitud una vez embarcado, llevándole largo y sometido. Ligó varias series de derechazos con empaque y no poca quietud y otra al natural, más corta pero intensa, antes de volver a la derecha, un tanto despegado. Buscó triunfo en el sexto pero era tarde.

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MATEO Perera da un natural, ayer, en Castellón ante un victorino

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