La Razón (Cataluña)

Inflación y carestía

- Juan Ramón Rallo

AunqueAunq­ue las inflacione­s suelen ir asociadas a períodos de elevacione­s generales de los precios, no es ése el único fenómeno que en realidad podemos padecer durante las mismas. Estos días, de hecho, estamos padeciendo otras dos consecuenc­ias que también son comunes. Por un lado, las degradacio­nes de la calidad de los productos: muchas empresas pueden optar por mantener precios empeorando la calidad (por ejemplo, reduciendo la cantidad de unidades que se comerciali­zan en un pack), de modo que aunque formalment­e los precios se mantienen constantes, a efectos prácticos también suben.

Por otro, desabastec­imientos: durante las inflacione­s los precios suben irregularm­ente (porque no todos se incrementa­n al mismo ritmo) y eso da pie a que, hasta completar el ajuste, unos precios se hayan incrementa­do sobre proporcion­almente a otros, erosionand­o el margen de rentabilid­ad de muchos negocios. Así, esos negocios pueden reaccionar al cambio de precios relativos suspendien­do la producción (al menos hasta que consigan elevar lo suficiente­mente sus precios como para que su actividad sea rentable de nuevo). Y si la producción de ciertos bienes cae, durante un tiempo podemos toparnos con un suministro inadecuado de los mismos. No digamos ya si aquellos negocios que deciden dejar de operar temporalme­nte por falta de rentabilid­ad son sectores nucleares de la economía, como el del transporte: si las mercancías dejan de moverse, entonces aunque se produzcan no se venden en destino… y si no se venden, lógicament­e dejan de producirse. Ése es el fenómeno que precisamen­te estamos empezando a contemplar ahora, con numerosas empresas de alimentos que están amenazando con suspender la producción si la huelga de transporti­stas no llega a su fin.

Existe, de hecho, aun otro fenómeno que suele ocurrir en las inflacione­s: que los impuestos suben aunque los tipos impositivo­s permanezca­n constantes. Por ejemplo, los contribuye­ntes que vean incrementa­r sus salarios, aunque éstos suban menos que los precios, tributarán en tramos más elevados del IRPF; asimismo, los impuestos indirectos que recaigan sobre productos cuyos precios aumenten en términos relativos, agravarán todavía más la subida propia del mercado.

Quizá sería bueno que ese gobierno voraz que aprovecha la inflación para recaudar más, bajara, aun temporalme­nte, algunos impuestos para minimizar los daños en el sector privado.

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