El plan Sánchez contra la inflación
Opinión Juan Ramón Rallo
LaLa inflación, especialmente en materia energética, está devorando el poder adquisitivo de los españoles y el Gobierno ha salido a la palestra para tratar de hacer algo al respecto. Nos hallamos, sin embargo, ante una reacción que muestra signos de impotencia y que sobre todo deja entrever un preocupante cortoplacismo político. A la postre, Sánchez ha prometido que destinará 6.000 millones de euros en un trimestre (2.000 millones por mes) para compensar algunos de los mayores costes de la inflación: reducirá en 20 céntimos por litro los carburantes, mantendrá rebajados los impuestos de la electricidad, incrementará el bono social eléctrico hasta alcanzar los 1,9 millones de familias y revalorizará el IMV en un 15%. Todo hasta el 30 de junio de 2022.
¿Y luego qué? Porque esa es la gran pregunta que parece que nadie le está formulando al Gobierno. Si la guerra se prolonga más allá de junio o si, aun en ausencia de guerra, continúan los problemas globales de inflación (esperemos que Sánchez no se haya creído sus propias mentiras de que toda la inflación es culpa de Putin), ¿qué piensa hacer el Gobierno? ¿Suprimir esas compensaciones y dejar que la inflación devore sin contrapesos el poder adquisitivo de los españoles? ¿Prorrogar estas compensaciones y dejar que el exceso de gasto público devore la situación financiera del Reino de España? 6.000 millones por trimestre son 24.000 millones anuales. Eso es algo que no se puede permitir un país con una deuda pública del 120% del PIB y en medio de la retirada de estímulos monetarios del BCE.
Soluciones para el corto plazo que no sirven para el medio plazo. Todavía peor: la solución planteada para el corto plazo –inyectar 6.000 millones por trimestre con cargo al déficit público– es una política que únicamente contribuirá a cebar la inflación. Si el alza global de precios se debe a que nuestras economías gastan demasiado en relación con la capacidad de la estructura productiva para fabricar bienes y servicios, añadir todavía más gasto sólo alimentará aún más esa inflación. La respuesta política al empobrecimiento generado por la inflación no debería consistir en incrementar todavía más el déficit público, porque eso sólo nos acabará volviendo más pobres.