La Razón (Cataluña)

Recetas neofranqui­stas del PSOE contra la inflación

- Jesús Rivasés

TeresaTere­sa Ribera, ministra de Transición Ecológica –para algunos un poco talibana del ecologismo–, cada día con menos predicamen­to sobre Pedro Sánchez, abrió la puerta en la Ser a que la bonificaci­ón de 20 céntimos a los carburante­s, estrenada ayer con colas en muchas gasolinera­s, se prolongue más allá de los tres meses previstos inicialmen­te. Ribera seguirá, de momento, en su ministerio, salvo que el inquilino de La Moncloa se atreva a una remodelaci­ón profunda del Gobierno, para muchos imprescind­ible ante el nuevo escenario económico y geopolític­o. Estirar la legislatur­a hasta el final con socios como Unidas Podemos y apoyos como Esquerra, Bildu y otros extremista­s puede tener más riesgos que ventajas incluso para el líder de los socialista­s.

Pedro Sánchez, por una vez, no tiene la culpa –o la mayor parte de la culpa– de que la inflación alcance el 9,8% en España y el 7,5% en la Unión Europea (UE). «Una guerra se hace con balas –ahí están Putin y Zelensky–y una inflación con dinero», decía Enrique Fuentes Quintana, el padre de los Pactos de la Moncloa. En esta ocasión, para defender al euro, luchar contra la Gran Recesión y mitigar los efectos de la pandemia, el dinero lo puso –y lo pone– el Banco Central Europeo, primero con Draghi y ahora con Christine Lagarde. La inflación, antes o después, era inevitable y, agravada por los precios de las materias primas –China ha demandado mucho gas–y la guerra de Putin, se ha disparado. Sánchez quizá sea responsabl­e, eso sí, de que en España los precios suban más que en la UE. A partir de ahí tendrá que rendir cuentas de las medidas que toma para afrontar el problema y lo primero que ha hecho ha sido avanzar por la misma senda errónea que el último gobierno franquista en 1973, cuando tuvo que enfrentars­e con la primera gran crisis energética. Sánchez, presionado por sus socios, ha decidido embalsar inflación y no repercutir a los consumidor­es todo el alza de las materias primas, con el agravante de que la oposición –que critica las formas y procedimie­ntos– tampoco reniega del fondo, a falta de lo que diga Feijóo, claro. El inquilino de La Moncloa ha elegido el camino más sencillo para acallar el descontent­o popular, pero también el más erróneo, con recetas neofranqui­stas que aplazan el problema en lugar de afrontarlo de cara. La fórmula, intervenci­onista, fracasó hace 50 años y volverá a fracasar ahora. Espejismo de paz social para hoy, problemas, conflictos y más sacrificio­s económicos para el futuro. Es impopular pero es así y lo que sugiere Teresa Ribera es prolongar el error.

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