Celia Maza. Cuarenta años de la guerra que cambió a Reino Unido
► El conflicto en Malvinas costó la vida a 640 argentinos y 255 británicos y todavía resuena con fuerza entre los conservadores
Muchos de los jóvenes soldados ni siquiera habían oído hablar de las islas. Cuando recibieron órdenes de ir a la guerra, creyeron que tenían que ir a Escocia porque hay una villa con el mismo nombre. Pero en realidad, Margaret Thatcher estaba mandando a sus tropas a un territorio de ultramar situado a más de 13.000 km de Londres. Los argentinos habían tomado el archipiélago del Atlántico. Y la primera ministra británica supo desde el inicio que había que responder de manera contundente. Porque de otra manera, aquello sería el declive definitivo de la política británica de posguerra, la estocada final a un país que perdía posiciones económicas y diplomáticas.
Hoy se cumple el 40º aniversario de la guerra de las Malvinas, un conflicto que costó la vida a 640 argentinos y 255 británicos y que a día de hoy, todavía resuena con fuerza en Reino Unido, especialmente entre los conservadores. Thatcher pasó de ser una líder cuestionada por sus filas –por el gran índice de paro que existía en aquel momento– a convertirse en la gran Dama de Hierro. A nivel internacional, no podía mostrar debilidad ante la URSS y la batalla fue un escaparate idóneo para lucirse ante el bloque del Este en plena guerra fría. En definitiva, el conflicto afianzó la idea de la política como una contienda maniquea de resolución versus apaciguamiento, apaciguamiento, libertad versus opresión, un binomio reencarnado ahora en Ucrania. «Sentimos tremenda empatía por el pueblo ucraniano al comprender lo que se siente al ser invadido y pasar por una experiencia tan terrible, aunquela escala esmonu mentalmente diferente », explica a este diario Leona Roberts, miembro de la Asamblea Legislativa de las Malvinas. «Soy una isleña de sexta generación, pero mi familia llegó cuando ni siquiera había población indígena. Construimos el país de la nada. Si no tenemos derecho a la autodeterminación y decidir nuestro propio futuro ¿Quién lo tiene?», asegura en plenos eventos conmemorativos que tienen lugar en Londres.
Algunos consideran que, en medio del escenario geopolítico, las celebraciones quizá no sean lo más apropiado. Aunque Tom Herring, que tenía 31 años cuando le mandaron a las Malvinas como sargento en el Tercer Batallón del Regimiento de Paracaidistas, recalca que «no se trata de celebrar la guerra en sí, sino de rendir homenaje a los caídos y recordar lo que pasó a las nuevas generaciones, para que aprendan lecciones y no repitan los mismos errores». «La sensación que tengo al ver las imágenes de todo lo que está ocurriendo en Ucrania es de impotencia porque los inicios de las batallassiempre suelen ser los mismos. Por lo general, es un líder desesperado que hace algo para intentar mejorar su popularidad. Eso es lo que ocurrió con los dirigentes argentinos y supongo que es lo que está ocurriendo con Putin. No soy una persona que hable de política. Pero si el paro es alto, sube la inflación... ya sabes, los mandatarios intentan desviar la atención a otro lado», matiza.
La Junta militar que gobernaba Argentina desde 1976 atravesaba sus horas más bajas. Además de la violación de los derechos humanos –con torturas y asesinatos a miles de ciudadanos que cada vez preocupaba más a la comunidad internacional– los problemas económicos asfixiaban a la población. Creyeron que con la guerra podían arreglar los problemas internos. Se equivocaron por completo. Las Fuerzas Armadas estaban formadas por jóvenes entrenados para frenar la represión interna, no para luchar contra un Ejército como el británico apoyado por la OTAN. La derrota puso fin a la dictadura.