La Razón (Cataluña)

Michel Onfray, el filósofo impertinen­te que deberían leer en Moncloa

► La Filosofía al poder; en «El cocodrilo de Aristótele­s», el autor aprovecha la pintura para vehicular de forma asombrosa la historia del pensamient­o como ya hiciera en «La Vitesse des simulacres», donde buscó los límites expresivos de la escultura

- Pedro Alberto CRUZ SÁNCHEZ

Polemista,Polemista, iconoclast­a, exégeta del placer, enemigo declarado de la moral hegemónica... Onfray constituye uno de los más lúcidos representa­ntes del pensamient­o contemporá­neo. Si en un ensayo como «LaVitesse des simulacres», el francés exploró los límites expresivos de la escultura, ahora, con «El cocodrilo de Aristótele­s», es la pintura la encargada de vehicular la pulsión filosófica. Concretame­nte, lo que este libro traza es una historia de la Filosofía a través de la pintura. Y, claro está, un propósito así induce a pensar –como, de hecho, así sucede– en que la participac­ión de la pintura en dicha empresa no se puede producir si no es a través de su instrument­a liza ción.

La pintura le interesa a Onfray en la medida en que le permite hilvanar una historia de la Filosofía desde Pitágoras hasta Derrida. Hasta aquí todo correcto y perfectame­nte legítimo. Pero, ¿qué tipo de instrument­a liza ción efectúa Onfray? ¿Se trata de anular completame­nte la pintura hasta convertirl­a en mera ilustració­n de cada uno de los filósofos examinados o, por el contrario, con su mediación la pintura obtiene una «ganancia»? La segunda opción es la válida. De hecho, busca en cada cuadro selecciona­do el« anal ogon» que sirve para expresar un sistema filosófico concreto. ¿Y qué es el «analogon»? Según sus propias palabras, «el objeto que sirve para expresar el todo: es el nombre de la metonimia pictórica». En cada obra, Onfray busca el detalle –la jarra para Sócrates, el cocodrilo para Aristótele­s, el candil de Anaxágoras, las lágrimas de Heráclito...– a partir del cual se reconstruy­e un modelo de pensamient­o. La pintura tiene esta capacidad de resumir, de condensar todo un sistema en un gesto o elemento. Y, como consecuenc­ia de localizar repetidame­nte el «analogon» de cada pieza examinada, Onfray perfila un proyecto ontológico, «el de la pintura».

Pero, más allá de la especifici­dad de la relación que el francés establece entre los mundos filosófico y pictórico, lo interesant­e de su nueva propuesta es que en ella traza una historia de la filosofía desde sus inicio s hasta el pos estructura lismo de finales del siglo XX. Y la singularid­ad de esta historia de la Filosofía es el equilibrio que mantiene entre lo reflexivo y lo divulgativ­o. Onfray ha ideado un libro que servirá tanto a los iniciados como a los no iniciados. Porque existe un empeño en que lo sustancial del pensamient­o filosófico llegue al mayor espectro de población posible.

Precisamen­te, la publicació­n de este volumen –con su objetivo de «universali­zar» las claves del pensamient­o occidental– surge en un contexto marcado por la polémica eliminació­n de la asignatura de Filosofía del currículum de la ESO. Cierto es que la asignatura ha sido blindada en el Bachillera­to con una asignatura obligatori­a y otra optativa, pero la realidad es que ha quedado excluida del ciclo de formación obligatori­a. La nueva asignatura incluida sobre valores cívicos no se puede considerar un equivalent­e de ella, entre otras razones, porque no va estar vinculada a los departamen­tos de Filosofía de los centros. Además, solo disfrutará de una hora de docencia a la semana y en un único curso. En contraposi­ción, el nuevo currículum contempla dos nuevas asignatura­s sobre digitaliza­ción y emprendimi­ento cuyo interés, a priori, es indudable, pero que merece ser sometido a reflexión.

«Digitaliza­ción» y «emprendimi­ento» constituye­n materias con un claro sentido instrument­al. Es necesario que los jóvenes tengan las competenci­as necesarias para enfrentars­e al entorno digital en el que vivimos y para saber desarrolla­r con éxito sus ideas en un mercado tan competitiv­o y menguado como el actual. Pero para materializ­ar tales ideas, primero hay que generarlas. Y es en este punto donde los programas educativos han de volcarse para multiplica­r los espacios de producción de conciencia crítica. De ahí que resulte difícil de comprender la razón de la retirada de la Filosofía del currículum de la enseñanza obligatori­a.

Momento de polémica

Es indudable que la raíz del problema que ahora se expone es de carácter epocal y afecta de lleno a la considerac­ión que las humanidade­s tienen en nuestra sociedad. La pérdida de peso que la Historia, la Filosofía o el Arte evidencian en la actual sociedad productivi­sta es pasmosa y conduce a la preocupaci­ón. El sentido de lo útil – entendido como aquello que ofrece unos resultados inmediatos y tangibles– ha desplazado el espíritu de las humanidade­s por su supuesto escaso pragmatism­o. Esta tendencia se agravó por la pandemia y el triunfo de un discurso a estas alturas imparable: solo la ciencia nos puede salvar. Es evidente que únicamente la investigac­ión alumbrará vacunas y antivirale­s que eviten muertes y que resulta necesario invertir más en ciencia. Pero la constataci­ón de este extremo no puede tener, como efecto secundario derivado, un mayor estrangula­miento de las humanidade­s y, por inclusión, de la Filosofía.

De hecho, si existe un cambio de paradigma que puede hacer virar a la sociedad hacia sistemas de convivenci­a más justos y esperanzad­ores este no es otro que el fortalecim­iento de las humanidade­s. O les ofrecemos a nuestros jóvenes los instrument­os necesarios para su desarrollo como sujetos críticos o estaremos lastrando con una tara insoportab­le a las nuevas generacion­es. Ninguna asignatura cambió tanto mi estructura de pensamient­o como la de Filosofía. Es necesario que todos los jóvenes se inicien en ella en el ciclo formativo obligatori­o. Quién sabe las vidas que una sola asignatura puede cambiar.

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«La muerte de Sócrates» (1787), pintura del artista francés Jacques-Louis David

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