Desaparecidos: el doloroso fenómeno de los sin nombre
► Hijo él mismo de un desaparecido por la dictadura uruguaya, el académico Gabriel Gatti recorre el mundo en pos de los «invisibles»
No es fácil situar la figura del desaparecido, el lugar que ocupa en un mundo en el que ha perdido la raíz de su persona, su identidad. Una identidad que, no obstante, a través de mecanismos diversos, puede ir reconstruyéndose poco a poco y otorgarle un sentido a su historia propia y hacerlo, además, en un marco distinto, en un lugar en el que su identidad no quede perdida para siempre. Gabriel Gatti, académico nacido en Uruguay, profesor titular en el departamento de Sociología de la Universidad del País Vasco, en su nuevo libro «Desaparecidos» vuelve a indagar, mediante un lenguaje claro y directo, en la reconstrucción de aquellas identidades perdidas y, en este caso, en la de los que nunca vuelven, personas cuya desaparición del mundo es siempre forzada. Pero los desaparecidos, sostiene Gatti en esta obra profusa en información y en ideas, no son solo aquellos que padecieron, por ejemplo, el horror de las dictaduras latinoamericanas (como el propio autor, hijo de padre desaparecido por la uruguaya), sino también aquellos que desaparecen, tal como señala el subtítulo del libro, en cartografías de abandono: lugares en los cuales sigue produciéndose la desaparición forzada de personas ante la indiferencia social y política. La identidad, señala el autor, actualmente se pierde en otros sitios: en la frontera sur de Europa, con miles de indocumentados que atraviesan el mar en patera; en México, en las fronteras de Tijuana
y de Tapachula, donde los que cruzan hacia los Estados Unidos padecen el maltrato constante; en las fosas y las cunetas de la Guerra Civil española y en las clínicas donde se robaron niños y, también, en las periferias de las grandes y pobladas ciudades de América Latina.
Crónica y crítica social
El volumen, en ese sentido, es cercano por varios motivos. Porque muestra un mundo actual aunque desapercibido y porque lo hace con un tono y un estilo que, sin perder la impronta académica, se mueve entre la crónica y la crítica social. La catástrofe de haber perdido una identidad, pero también la posibilidad de reconstruirla, de representarla, de vivirla para darle un sentido, un lugar, a los que no tienen nombre ni documentos, a los expulsados, a los invisibles, a los que han desaparecido y habitan aún nuestra tierra.