La Razón (Cataluña)

El discreto encanto de la normalidad

► La nueva secretaria general del PP corre maratones, es muy amiga de sus amigos y lleva el poder con discreción. Vuelve cuando puede a la ciudad que gobernó casi una década

- Jaime de los Santos.

EstoyEstoy en Sevilla, en Triana; a ese lado del Guadalquiv­ir. Con vistas a la Torre del Oro. Me llama Pedro Narváez y me pide que escriba sobre Cuca Gamarra. Sobre la exalcaldes­a de Logroño. Sobre la nueva Secretaria General del Partido Popular. Sobre mi amiga Cuca. Escribir sobre alguien al que quieres es tan difícil como comprometi­do. La imagen que tenemos de quienes nos rodean no siempre coincide con la que otros, en otras latitudes menos cercanas, dicen ostentar. Tampoco la que de nosotros mismos acariciamo­s. Si las vidas, que «son los ríos, que van a dar a la mar», tuvieran por cada onda un puñado de almas que nos acompañan y protegen, nunca me atrevería a decir que en el vórtice que es Cuca yo buceo con fruición. No. Más bien ando -o nado a brazaen brazaen los alrededore­s de ese espejo que es su agua donde, sin embargo, sí que me reflejo. Y no quiero dejar de hacerlo. Un poco porque soy Narciso; sobre todo porque en Cuca me gusta siempre mirarme.

Comparto con ella infinitas preocupaci­ones, todas las que doblegan al ser humano. Como ella, quiero que las mujeres que padecen la esclavitud más antigua del mundo sean al fin libres; que a los más vulnerable­s no les quiten la libertad. Como ella, no me conformo con que el mundo no sueñe con ser cada día mejor. Con ella he aprendido a entender a los que de verdad sufren. Militante de un feminismo inclusivo -esto de «inclusivo» se lo robé no hace mucho al exministro Gabilondo-, hemos transitado juntos por las calles de Madrid para defender los derechos de todas -y por ende de todossin todossin hacer más que el ruido justo. Con más mujeres del partido. Como siempre con Marga Prohens -la presidenta del PP de las Illes Balears-. Los tres formamos un triunvirat­o que milita en una idea de amistad que puede parecer vetusta; quizá tanta modernidad case mal con los sentimient­os de verdad. Y Cuca más que cualquier otra cosa es eso, verdad. De verdad. La verdad, que a veces duele, es la única manera que tenemos los hombres y mujeres libres para seguir siendo. Lo que queramos ser. Como queramos serlo. Y en eso Cuca también cree; en que cada uno pelee por ser lo más parecido a aquello que soñó de sí mismo.

Nuestra primera vez fue en su despacho de la calle Génova. Entre libros -como «Ventanas de Manhattan», de Antonio Múñoz Molina-. Trabajando por la cultura. Pensando en grande sobre esa parte de la vida que nos hace mejores. A punto de que la hicieran una entrevista que acabó haciendo haciendo en «sneakers» por mi culpa -sus tacones estaban debajo de mi silla y yo me andaba «peleando» no recuerdo bien con quien-. Como yo -o yo como ella-, también es devota de las palabras de Dostoyevsk­i, de aquello de que «sólo la belleza salvará el mundo». Y hemos ido al teatro juntos; y me dejó que le descubrier­a a la Rosita de Lorca en boca y piel de Fernanda Orazi. Y mirando al mar, en una cala de Mallorca -otra vez con Prohens-, dos días después de que la nombraran portavoz tranquila en la Cámara Baja -el discreto encanto de la normalidad-, seguimos hablando de la necesidad que tiene el mundo de cosas bonitas -y buenas; que para Platón eran la misma idea-. Si tuviera que aventurarm­e y afirmar qué es lo más bonito en su vida, para ella, diría que sus sobrinos -mellizos-, Candela y Mario. Esos trocitos de su carne que la esperan en una ciudad que gobernó casi una década. Que cambió y la cambió. Donde vuelve para estar con los suyos. En un salón con un sofá, dice, demasiado grande y un bichón maltés -Oliver-. Y para comer, sobre todo verduras, en casa de sus padres -su padre, siempre atento, es el mejor de sus asesores-; y beber -vino de Rioja, claro-. Eso también.

Mujer centrada

Cuca es de centro -derecha, sí-. Pero sobre todo, y de eso no tengo ninguna duda, sé que está centrada. En sus obligacion­es, en sus responsabi­lidades. En quienes quiere de verdad. Hermética -quizá, como dicen, porque es del norte- sabe hacer sentir especial a quienes tiene cerca. Sabe dar su sitio a quienes la rodean. Y escucha; en silencio en política, quizá la virtud más necesaria-; cuando no te dice que «ha-ha». También le gusta estar guapa, y se funde entre colores puros y formas cuadradas. Sin llamar la atención. Y en eso sí que es -casiúnica. Nunca busca el protagonis­mo; me atrevería a decir que huye de él. Pero, como la Marilyn de «All about Eve», la rubia sentada en la escalera de la mansión de la Channing -Margo que no Angela- también ella acaba atrayendo miradas. Todas. Y ahora, una relevancia que le costará asumir porque no quiere más focos que los de la lámpara de su mesa -hasta arriba de papeles y rotuladore­s de mil colores-. En un despacho donde cuelgan sus medallas de corredora de maratón que le toca a volver a cambiar-. Con música de U2. Oliendo siempre a flores.

Lo más bonito en la vida de Cuca tal vez sean sus sobrinos, mellizos, Candela y Mario

No busca protagonis­mo, pero atrae miradas, como siempre con música de U2 y olor a flores

 ?? ALBERTO R. ROLDÁN ?? Cuca Gamarra, frente al Congreso de los Diputados
ALBERTO R. ROLDÁN Cuca Gamarra, frente al Congreso de los Diputados

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