La Razón (Cataluña)

«Me desperté con los gritos de mi madre al escuchar que había muerto»

► El hijo de Juanito recuerda, a los 30 años de su muerte, a su padre y su sentimient­o madridista que ha pasado por él hasta su nieto

- José Aguado.

ElEl periodista José Antonio Reina llamó al Mérida por la mañana, al único teléfono que había, en el túnel de vestuarios. Hace 30 años, el mundo funcionaba así. Se lo cogieron y pidió hablar con Juanito, el entrenador, para confirmar la cita a las 15:15 para entrar en directo en la radio. Juanito le dijo que no podía ser, que se iba a Madrid, a ver el partido de la Copa de Europa, entre el Real Madrid y el Torino. Así que José Antonio quedó con él antes y le grabó la entrevista. La última entrevista.

Juanito y Lolino, su entrenador físico en el Mérida, vieron el gol de el empate de Casagrande y el tanto de la victoria de Hierro para el 2-1, con el que acabó el partido del Bernabéu. El técnico había programado un entrenamie­nto para la tarde siguiente, para poder descansar un poco.

Por la mañana, lo primero que pensaron Roberto, su hermano y su madre, lo primero que pudieron pensar, fue que en la radio hablaban de Juanito, el defensa que entonces jugaba en el Atlético de Madrid. Era una maldita desgracia, pero no era su maldita desgracia. «Nos despertamo­s con los gritos de mi madre al escuchar en la radio que Juanito había tenido un accidente de coche», recuerda su hijo Roberto de lo que vivieron hace 30 años, esa noche en la que Juanito regresaba del partido por carretera a Extremadur­a cuando no pudieron evitar unos troncos y, después, un camión en el arcén. «Ese mes yo cumplía 14 años», recuerda Roberto: «Después todo fue caótico y hay fases de esa noche y esos días de las que no tengo recuerdo», dice ahora.

Treinta años después, el Santiago Bernabéu aún le recuerda con una canción en el minuto 7 de cada partido. «Eso ya es tan típico como el color blanco o el escudo. Durante el confinamie­nto, dentro del drama que supuso estar confinados, fue un orgullo que en el canal que retransmit­ía los partidos, en el minuto 7 pusiesen el grito de Juanito como sonido ambiente», asegura su hijo.

Roberto creció con el Juanito futbolista, el que volvía loco al BerHagi, nabéu, para lo bueno o lo malo. El futbolista que golpeó a Matthaus, el que cumplió antes de tiempo la promesa de salir de un campo de rodillas por una Liga que finalmente no se ganó, pero también el jugador que salió pegando saltos del Bernabéu el día de la remontada contra el Borussia Mönchengla­dbach. «Juanito era un aficionado jugando con la camiseta del Real Madrid. Tenía una manera de vivir el club y el fútbol por encima de la media y ese sentimient­o, esa manera de celebrar los goles, de protestar, de expresarse, les llegó a todos. Representó lo que era el Real Madrid y el aficionado se identifica­ba con eso», continúa recordando su hijo.

En la web del Real Madrid hay un espacio dedicado a todos los

La canción de Juanito en el minuto 7 de cada partido es tan típica como el blanco o el escudo»

«Su faceta personal no tenía nada que ver con el carácter que, a veces, mostraba en el campo»

Roberto Gómez Hijo de Juanito

futbolista­s que han pasado por el club. Ahí se cuenta quiénes fueron, los trofeos que conquistar­on y con un titular se intenta resumir su carrera. De Di Stéfano se escribe: «El mejor futbolista de todos los tiempos»; de Gento: «El único jugador con seis Copas de Europa»; de Camacho: «Una carrera meteórica». Y de Juanito: «Un genio apasionado».

Era un futbolista especial y una persona entrañable. «En Mérida, un día que hacía frío, vio a una mujer en la calle vendiendo cupones de la Once, Juanito se acercó a ella, le compró todos y le dijo que se marchara a casa a descansar», recuerda José Antonio Reina, el periodista que en el libro «Juanito. Sus 141 días como entrenador», cuenta los meses del ex futbolista como técnico del Mérida, su primera experienci­a en un banquillo. Tenía madera para llegar a más. No pudo.

Roberto sabe que es hijo de un mito, de quien conquistó a miles de aficionado­s. «Mi padre no tenía nada que ver en su faceta personal con el carácter que a veces mostraba en el campo. Era muy divertido, con nosotros siempre estaba de bromas y de las veces que nos regañaba era guiñándono­s el ojo, creo que más por obligación que por otra cosa. Personalme­nte tengo un recuerdo inmejorabl­e. Esa competitiv­idad, ese carácter que mostraba en el campo lo dejaba allí, no era el Juanito que venía a casa con nosotros».

Lo confirma Reina: «Cuando llegó a Mérida comentábam­os: ‘‘Cuidado con él, que igual se le cruzan los cables’’, pero en esos meses, nadie tuvo ningún problema con él. Era un tipo muy cercano, algo que no te lo podías imaginar, por lo que había sido en el Real Madrid. Recuerdo que poco antes de morir, había renovado por el Mérida y nos invitó a comer a la prensa en Casa Benito, un restaurant­e muy taurino. Fue una sobremesa inolvidabl­e por todo lo que contaba él. En el restaurant­e había muchos carteles de corridas de toros y justo también había una foto suya».

Antes de retirarse en el Málaga y empezar como entrenador en el Mérida, Juanito jugó en las categorías inferiores del Atlético de Madrid, estuvo en el Burgos y por fin llegó al Real Madrid, el club que fue su vida, el que dio sentido a todo. Era un Madrid que se quedó sin la Copa de Europa, pero del que muchos futbolista­s se han convertido en leyendas: Del Bosque,

Camacho, Santillana, Juanito: «Es difícil trasladar el sentimient­o que los futbolista­s tenían hacia el club esos años Antiguamen­te jugaban en los equipos que querían jugar. A lo largo de su vida, mi padre siempre hizo público ese amor», sigue contando su hijo Roberto. «Sentía cómo lo había tratado la gente y el club y en muchos aspectos yo he sentido lo mismo, por eso para cualquier cosa que necesite el Madrid, nos van a tener. Han tenido un comportami­ento ejemplar con nosotros. Mendoza dijo que el Madrid no dejaba tirado a los suyos y a la familia de Juanito nos han tratado bien y especialme­nte Florentino. Sólo puedo decir cosas buenas y sólo puedo estar agradecido».

Los genes futbolísti­cos no se heredan. Roberto estuvo en la cantera del Madrid, pero el fútbol no era lo suyo: «Jugué un año en el Madrid en juveniles, después en el Getafe y acabé en Fuengirola, dejé el fútbol en los Boliches», cuenta a este periódico. Y jugó al fútbol con su padre, en casa y en la arena de la playa. Eran partidos buenos, es decir, había que ganar, porque eso era innegociab­le para Juanito: «Los Gómez nunca hemos dejado ganar a nada, si hemos heredado algo es que tenemos bastante mal perder. Pero es verdad que él nunca evitó jugar con su gente en la playa», sigue contando.

Roberto y su hermano de madre sólo podían ser madridista­s: «Era inevitable. A mi hermano le gustan más las motos y es muy del Real Madrid, pero no lo lleva de manera tan enfermiza como yo. Estoy orgulloso de que mi padre me enseñara el camino», asegura. Fue un aprendizaj­e sin necesidad de expresarlo, sin palabras, era algo que se palpaba, que irradiaba Juanito: «No hacía falta hablar del Real Madrid en casa, mi padre fue un emblema del club, igual que Pirri era medio Real Madrid en aquella época. Cuando yo iba al fondo sur, aunque yo nunca he estado en follones, y se cantaba en el minuto 7 su canción, me hice más madridista todavía».

Ese madridismo ha pasado ahora a su hijo, al nieto: «Para mi hijo Roberto, que tiene 8 años, el 7 del Real Madrid es su abuelo. Sabe quién es su abuelo y todo el mundo les transmite lo que se le quería. No importa tanto lo gran futbolista que era, sino el cariño que ha dejado en cada sitio que ha estado y que en el mejor equipo del mundo le recuerdan en todos los partidos».

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ROBERTO GÓMEZ El hijo de Juanito y su nieto, frente a una foto de él

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