La Razón (Cataluña)

El guantazo

- María José Navarro

LaLa otra noche asistí al guantazo de Will Smith a ese cómico de quinta al que jamás he conseguido soportar. Aguantar los chistes de Chris Rock, ya sea en ceremonia, película o en monólogo, sólo es apto para gente con déficit neuronal. Dicho lo cual, y todo tan consabido, déjenme que tenga toda la empatía con el agresor, que no significa estar de acuerdo con el actor. Will Smith tuvo una infancia en la que todo lo que veía era violencia. Contempló a su padre maltratand­o a su madre. Odiaba a su padre. Soñaba con matarle.

Todos los que hemos asistido a esas escenas podemos entender sus instintos. Entendemos que, en una situación así, en la cabeza de una persona sin recursos ni herramient­as, la violencia sólo se pueda resolver con violencia para poder seguir adelante. Es un lenguaje, son códigos de superviven­cia. Segurament­e Will Smith guarde en algún lugar de su mente todo eso, mucho más cuando asegura que su padre es una de las personas a las que más admira en el mundo. Perdonar es posible, admirar es otra cosa, es que esa herida no ha cerrado. Lo que yo vi la otra noche fue a un pobre señor tratando de defender algo que supone que debe defender. Supone que debe defender a su mujer de un gilipollas que hace un chiste, sin darse cuenta de que está defendiénd­ose a sí mismo, de sus demonios internos, de sus infiernos no superados. Todos los que hemos pasado por ahí le entendemos. Vivir en la violencia te lleva siempre a la violencia como solución, como primera opción para todo. Te conviertes en un gladiador, en un ser humano preparado para la batalla en un segundo. A Will Smith le salió todo su pasado en un minuto. Es machista su actitud, segurament­e no lleve bien su relación abierta con su mujer, pero le apareció el fantasma que aparece a los que sabemos que ese ogro está acechando siempre. Will Smith, me das mucha pena.

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