Un paso más cerca del futuro de la genética: el pangenoma humano
Tras los recientes éxitos científicos en la «lectura» del genoma humano, la palabra de moda será «pangenómica»
NoshallevadobastanteNoshallevadobastante tiempo descubrir el mecanismo que explicaba que padres e hijos se parecieran entre sí. Hubo que especular sobre una posible molécula capaz de transmitir la «información» a través de las generaciones, luego tuvimos que encontrarla, comprender su composición y, finalmente, la estructura que seguían sus componentes. Una vez resolvimos todo eso la aventura no había hecho nada más que empezar. En 2003, tras casi 3.000 millones de dólares invertidos, muchísimos cerebros dedicados a la causa y un buen puñado de años de investigación, se publicó el primer borrador del genoma humano: una transcripción de la estructura completa del ADN de una persona. Fue un punto de inflexión para la genética y la medicina, pero no era el final del camino. En realidad, a aquella «lectura» le faltaba información y los esfuerzos han seguido hasta el presente. Hace un par de días se publicó el último gran logro al respecto, ahora ya está mucho más completo y, los siguientes pasos prometen ser revolucionarios.
La palabra clave podría ser «pangenoma», un término que escucharemos cada vez más y que responde a una necesidad clara. Los estudios que hasta ahora han pretendido analizar por completo el genoma humano se han centrado en un solo individuo (o varios, pero para leerlos por retazos y componer un único genoma entre todos). Sin embargo, sabemos que, para comprender realmente cómo nos afecta la genética, debemos tener en cuenta a muchísimas más personas, cada una con un ADN único. Eso es lo que se plantea el consorcio Pangenoma Humano, cuyo prefijo «pan» ya revela esas pretensiones, pues significa «todo». Necesitamos el genoma de toda la humanidad (que podamos secuenciar).
Si el bueno de Heracles hubiera tenido un decimo tercer trabajo, este hubiera sido, tras robar a Cerbero del Hades, leer de principio a fin el ADN de una célula humana. Puede que no parezca gran cosa, pero intentemos exponerlo de manera sencilla. El ADN no es una molécula, sino varias que se presentan como cadenas enmarañadas en el interior de cada una de nuestras células. No obstante, para nuestro propósito, imaginemos que empalmamos cada uno de esos fragmentos de una misma célula para hacer una única y enorme cadena. Pues bien, las cuentas de esa metafórica cadena son cuatro tipos de moléculas más pequeñas –adenina, guanina, citosina y timina–, que llamaremos por sus iniciales, A, G, C y T. Por eso solemos ver una secuencia de letras para representar la «información» del ADN.
El siguiente paso es muy sencillo, según cómo combinemos las cuentas –el orden de esas letras–, podemos codificar una información u otra. No es lo mismo decir ACCTC que TACCC, por ejemplo. Esto no debería de suponer el mayor problema, porque lo mismo pasa con las letras de nuestras palabras. Sabiendo esto, ya podemos revelar la cantidad de información que puede almacenar el ADN. La cifra es de 3.000 millones de letras. Si somos estrictos tendríamos que hablar de 3.000 millones de pares de bases nitrogenadas (así se llaman esas letras de manera técnica), porque en realidad el ADN son dos cadenas entrelazadas en la que una «copia» la información de la otra. En cualquier caso, 3.000 millones de pares de bases, para nuestra metáfora, sería como decir esos 3.000 millones de letras. La saga entera de «Harry Potter» tiene apenas 5 millones de letras. Haría falta leer 600 veces la saga entera para que equivaliera al ADN de una célula humana (sin contar esa segunda cadena «repetida» que comentábamos).
Un trabajo hercúleo
Las dichosas letras se agrupan en genes y cada uno tiene sus propias funciones, pero (y aquí viene el giro), todos tenemos un ADN ligeramente diferente. Algunos genes son completamente diferentes, otros cambian ligeramente, pero, en definitiva, podríamos decir que no hay un único genoma humano, ni mucho menos. El término que nos interesa es «pangenoma», que vendría a ser la totalidad de genes que pueden presentarse en los diferentes individuos de una especie. Imagina una biblioteca donde pudiéramos archivar cada uno de esos genes (esos conjuntos de letras) y, lo que es más importante, que pudiéramos acompañar a cada uno con una lista de las funciones que cumplen. Eso nos permitiría sacar conclusiones muy interesantes al analizar el ADN de una persona y, aunque estamos lejos de lograr algo tan completo y preciso como lo que he relatado, todo avance que demos en ese camino ayudará a mejorar el diagnóstico, prevención y tratamiento de determinadas enfermedades.
«Para saber cómo afecta la genética, necesitamos el ADN de toda la humanidad»