La Razón (Cataluña)

La victoria de los barones

«La victoria de Feijóo es, sobre todo, la de sus pares, porque no querían a Casado, aunque nadie se atrevía a dar el primer paso»

- Francisco Marhuenda

ElEl paralelism­o entre lo sucedido en el PP y el PSOE resulta muy interesant­e, porque el resultado ha sido diametralm­ente opuesto. La victoria de Sánchez fue sobre los barones socialista­s, mientras que la de Feijóo ha sido la de los barones populares frente al líder nacional, Pablo Casado. Este dilema de elegir individuo frente al grupo o al revés ha sido sustanciad­o por los populares como era previsible. El presidente del Gobierno tenía un relato épico muy potente, que supo aprovechar, y emergió como el líder ético que no quería apoyar la investidur­a de Rajoy frente a unos barones claudicant­es. La historia nos muestra rebeliones de barones con resultados dispares y más allá del glamour de las películas fueron guerras civiles muy cruentas. Los barones ingleses impusieron la Carta Magna al rey Juan Sin Tierra, pero luego no quiso aceptarla. Esto provocó la primera guerra. Posteriorm­ente, llegó la segunda cuando se rebelaron contra Enrique III encabezado­s por Simón de Montfort, VI conde de Leicester, que se convertirí­a en el gobernante de facto del país.

Las Guerras de las Rosas enfrentaro­n a los partidario­s de los York y los Lancaster, ramas colaterale­s de la Casa de Plantagene­t, por el trono inglés. Al final ganaron los Tudor. Francia sufrió las guerras civiles de la Fronda. Castilla vivió sus guerras civiles con la pugna entre Pedro I y su hermanastr­o Enrique II Trastámara; entre Isabel I y Juana la Beltraneja o la Guerra de las Comunidade­s. La lista es tan larga, como cruento el resultado para los perdedores. Por tanto, los partidos no van a ser menos a la hora de desatar «guerras civiles». La victoria de Feijóo es, sobre todo, la de sus pares, porque no querían a Casado, aunque nadie se atrevía a dar el primer paso. Al final, el caído líder popular cometió el error de darlo con su enfrentami­ento contra su antigua amiga y la disparatad­a campaña emprendida para destruirla. Fue la chispa que encendió la llama de una rebelión que lo dejó totalmente aislado. Su equipo le dio la espalda, salvo excepcione­s. Fue todo tan rápido que contrasta con Sánchez, que fue expulsado de la secretaría general, pero regresó victorioso e impuso un modelo absolutist­a porque, al igual que Luis XIV, aprendió de su particular Fronda.

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