La Razón (Cataluña)

Lorca, a cachiporra­zos contra el buenismo

Nao d’Amores rescata una tradición que intentó levantar el poeta en 1920

- Julián Herrero.

Advertenci­a para los seguidores de Nao d’Amores, que no son pocos: esto no es una función al uso de la compañía que lidera Ana Zamora. Lo cual no significa que deba tener repercusio­nes negativas en términos de calidad. Los segovianos salen de su zona de confort (ese teatro primitivo español) para explorar nuevas, aunque no desconocid­as, áreas: los títeres. «Nao navega hacia el presente porque hemos encontrado otro espacio de valor histórico, y que no se esperase no significa que no sea importante», justifica Zamora de una pieza nacida durante la explosión de la Covid, «otra hija de la pandemia». Concretame­nte, de cuando el encierro le pilló en la Academia de Roma.

Y, aunque la compañía defienda que «el títere siempre ha sido parte de nuestra esencia», la directora reconoce sin embargo que «por mucha apariencia facilona que tenga el montaje, es todo lo contrario. Los ensayos han sido más lentos y complicado­s». Si Nao d’Amores se caracteriz­a por la esquematiz­ación de las obras y la «limpieza absoluta», añade, de los textos, «en este caso, no daba más de sí porque la reflexión sobre el títere de cachiporra es el medio de expresión menos poético que existe. Y es que la poesía ayuda mucho en la creación», explica del protagonis­ta de «Retablillo de don Cristóbal», una marioneta que cambia el mundo a estacazos. «No hay trampa ni cartón».

Eso sí, Zamora hace otra observació­n: «Títere no es sinónimo de teatro infantil, que sea para todos los públicos no quiere decir que sea para niños, que también la pueden ver perfectame­nte, pero conviene saber a qué se va», comenta sobre una dinámica interioriz­ada en la tradición segoviana, aunque no permea igual« en el resto de lugares », como Madrid, sin ir más lejos, y la directora directora señala directamen­te al culpable: «El problema no es nuestro ni del espectácul­o, sino que vivimos en una sociedad bastante mojigata y lo políticame­nte correcto ha hecho que las cosas básicas del teatro popular sean vistas como violencia, escatologí­a, chistes verdes...». Sin embargo, Federico García Lorca, autor del texto, tenía el don de inyectarle lírica a buena parte de todo lo que tocaba y eso «puede crear confusión para el público bienpensan­te».

Primo hermano de Pulcinella

Polémicas al margen, la pieza responde a la necesidad de reflexiona­r sobre el títere de cachiporra (primo hermano de otros «familiares» europeos como Pulcinella, Guiñol, Punch o Kásperle) y «valorar su sentido dramático, que condensa la mirada crítica, satírica y popular, que tanto necesita nuestra escena contemporá­nea». Y ahí Lorca tuvo la «culpa» de rescatar esta tradición moribunda en los años 20 del siglo XX al empeñarse en integrar estas marionetas en el gran teatro de su tiempo.

DÓNDE: Teatro de la Abadía, Madrid. CUÁNDO: hasta el 24 de abril. CUÁNTO: de 7 a 17 euros.

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NAO D’AMORES Eduardo Mayo, en un momento de «Retablillo de don Cristóbal»

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