La Razón (Cataluña)

Norman Foster, sobre ruedas

El Guggenheim de Bilbao acoge una muestra en la que el arquitecto es comisario de bólidos históricos

- Matías G. Rebolledo.

CuentaCuen­ta Norman Foster (Manchester, 1935), vehemente y convencido de la parábola, que no hay mejor símbolo en la lucha contra el cambio climático que la vuelta de los castores al río del Bronx, en la ciudad de Nueva York. El célebre arquitecto, responsabl­e de edificios tan icónicos como el 30 St. Mary Axe de Londres o la Torre Cepsa en Madrid, visitó ayer Bilbao para presentar «Motion», joya de la corona en la celebració­n del 25 aniversari­o del Museo Guggenheim y una completa exposición en la que él mismo se ha encargado de reunir casi cuarenta coches de coleccioni­sta que ayudan a entender el vehículo particular como forma de expresión artística. Según Foster, meridiano en su exposición, la recuperaci­ón de la naturaleza viva en zonas que creíamos extintas o impropias químicamen­te hablando, nos habla del «poder transforma­dor de la arquitectu­ra y el diseño», de su capacidad para cambiar el ADN de las ciudades y, en última instancia, también para comprender cómo el ordenamien­to urbanístic­o es en realidad «la humanidad sobrevivie­ndo a sus crisis». Sean ecológicas o pandémicas.

Artefactos culturales

«El diseño, si se estudia en profundida­d, va más allá de las modas. Es una forma de utilidad y mejora en la calidad de vida de las personas. Ahí el coche se vuelve crucial para entender esa evolución, porque primero se concibió como útil, locomotor, luego como objeto artístico de expresión y más tarde acabó convertido en un problema, una dependenci­a que debemos solucionar en el futuro inmediato», explicó Foster ante un auditorio que rompió en aplausos pese al contexto formal de la presentaci­ón de la muestra. Así, y a la vera de una ría bilbaína que también se considerab­a «insalubre» cuando la poderosa institució­n eligió la ciudad vasca para darle chapas titánicas de Frank Gehry a su proyecto y que ahora es uno de los pulmones verdes del norte, Foster explicó el porqué de la selección y de dónde viene su pasión por el motor, que le ha llevado a conducir aviones militares o coches de competició­n: «Son 40 porque no podían ser 50. Ni cien. Hay muy pocos espacios que nos permitan este lujo y por eso la exposición no tiene previsto viajar. Es un evento único y exclusivo, ya que muchos de estos coches no volverán a salir de sus garajes de coleccioni­sta privado en años. Más allá del planteamie­nto en firme del museo y los comisarios, el origen de la exposición viene de mi trabajo con los coches de Fórmula 1 y esa intención de los equipos de alta competició­n de hacer sus bólidos con una huella de carbono neutra», matizó como comisario sobre una muestra organizada por su propia fundación y que apoyan Iberdrola y Volkswagen.

Apabullant­e y disruptiva, por la belleza de los bólidos pero también por la disonancia visual que causa su presencia en un templo del arte contemporá­neo, «Motion: Autos, Art, Architectu­re» se podrá visitar desde mañana hasta el 18 de septiembre y cuenta entre sus atractivos aciertos con la presencia de un Bugatti Type 35, el primer vehículo de competició­n que fabricó la mítica marca; un alocado modelo Dymaxion, el tipo de coche favorito de Foster, o un impresiona­nte Cadillac Eldorado, visto en centenares centenares de películas e igual de imponente en sus 5,6 metros de matrícula a matrícula. Sin dormirse en la belleza, las siete salas de la exposición son en realidad una contextual­ización específica de cada aspecto de los vehículos: desde su concepción proto-capitalist­a nacida en el «fordismo» hasta su abandono de los combustibl­es fósiles, pasando por su capacidad como eje desarrolli­sta o la carrera contra las limitacion­es de nuestro tiempo que ha supuesto el coche de alta competició­n. En esta última sala, además de los ahora extraños diseños de la General Motors para lograr coches aerodinámi­cos, nos encontramo­s casi por sorpresa y justifican­do cualquier visita con el Mercedes-AMG F1 de 2020 que llevó a Lewis Hamilton a proclamars­e campeón del mundo de Fórmula 1 por séptima vez.

«Los coches son objetos bellos que coexisten con las obras de arte y la arquitectu­ra. Son un artefacto cultural por derecho propio», se despidió Foster de la Prensa, muy activo a sus 87 años e invitando al público a ser parte de la propia muestra a través de actividade­s como el taller de arcilla con el que se cierra el recorrido y en el que artistas de Volkswagen vuelven a una técnica centenaria de modelado aerodinámi­co.

DÓNDE: Museo Guggenheim. Bilbao. CUÁNDO: hasta el 18 de septiembre. CUÁNTO: entre 5 y 12 euros.

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EFE Norman Foster, comisario de «Motion», ayer en el Museo Guggenheim de Bilbao

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