La Razón (Cataluña)

Un monegasco sencillo

► El compañero de Sainz en Ferrari, Charles Leclerc, debió superar la muerte de su padre y la de su mejor amigo, el ex piloto Jules Bianchi

- Fran Castro. MADRID

FerrariFer­rari es historia dentro de la F-1 y siempre se ha dicho que ninguna de las dos partes sobrevivir­ía en el caso de que sus caminos se separaran, aunque esta posibilida­d pierde fuelle con el paso del tiempo. La escudería italiana es el símbolo de todo un país, para lo bueno y para lo malo, y su capital económico es inmenso. Gana dinero haga lo que haga, ya sea vendiendo coches, camisetas, relojes o cediendo su nombre a parques temáticos. Por eso, para Ferrari ganar títulos en la F-1 es vital y eso no ocurre desde 2007. Problemas de presupuest­o no hay ni habrá, porque siempre se ha dicho que el presupuest­o es lo necesario para ganar, aunque ahora la FIA haya limitado algunas partidas. Siempre ha tirado la casa por la ventana para tener los mejores pilotos, pero desde hace unos pocos años alguien en Maranello decidió tomarse en serio lo de tener una cantera de pilotos y así poder reducir la factura en este sentido como siempre ha hecho Red Bull en este deporte. La Ferrari Academy nunca se caracteriz­ó por ser la más espabilada en hacerse con las mejores promesas, sin embargo, su gran triunfo es Charles Leclerc, al que ficharon con apenas 17 años cuando destacaba en la F3, y hoy es su principal referencia para devolver a la «Scuderia» al sitio que nunca debió abandonar.

En lo que va de temporada ha demostrado que puede ir muy rápido y plantar cara a Verstappen, cosa que su compañero, Carlos Sainz, todavía no ha podido hacer por falta de adaptación al nuevo monoplaza. Además, Leclerc es el ojito derecho de muchos en Ferrari y tiene tras de sí un componente sentimenta­l que refuerza la idea de predilecci­ón que Italia siente por el piloto monegasco. Porque Leclerc nació en el Principado, pero su vida hasta llegar a la F-1 poco o nada tuvo que ver con lujos, comodidade­s, barcos y fiestas. Pertenece a esa parte de la población población de Mónaco que no es millonaria ni nada parecido. Fue su padre Hervé el que le metió el gusanillo de la velocidad y cuando tenía 8 años se subió en un kart para escalar peldaños poco a poco hasta convertirs­e en piloto de F-1 con Ferrari.

Sin embargo, la vida de Leclerc es una historia de superación, sacrificio­s y dramas personales difíciles de sobrelleva­r si no eres alguien con una gran fortaleza mental. En 2017, antes de llegar a la F-1, debió sobreponer­se a la muerte de su padre con 54 años, en plena temporada de la F2, cuyo título le dio el pasaporte para acceder a la categoría reina. Y antes, en 2015, sufrió el fallecimie­nto de su amigo Jules Bianchi, piloto de F-1 y de la cantera de Ferrari, la persona que le ayudó en el mundo del karting y que estaba predestina­do a ser algún día la referencia dentro del equipo italiano. Hoy, esa figura la encarna el propio Charles Leclerc. Llegar a la F-1 nunca es fácil, pero en el caso de Leclerc es todo un ejercicio de malabarism­o que empezó manteniend­o duelos en el mundo del karting con Max Verstappen. Por aquel entonces ambos tenían 13 años. Hoy siguen y seguirán luchando sin concederse un solo centímetro de margen. Para Ferrari, Leclerc es alguien especial y bien lo sabe un buen amigo de Fernando Alonso, Massimo Rivola, director deportivo de Ferrari desde 2010 a 2014 y ahora máximo responsabl­e en competició­n de Aprilia en MotoGP. Fue él quien se encargó de tutelar la trayectori­a deportiva de Leclerc a través de la Ferrari Academy y quien insistió, dentro de la casa, que el monegasco era un piloto «top». El pasado año, Carlos Sainz terminó la temporada por delante de su compañero compañero en el Mundial de Pilotos, pero en 2022, cuando el Ferrari parece que funciona y puede optar al campeonato del mundo, Leclerc es el piloto que puede luchar por los mejores resultados. Además, su representa­nte es Nicolas Todt, hijo del ex presidente de la FIA, Jean Todt, que mantiene cierto poder dentro del automovili­smo mundial y, sobre todo, en el seno de Ferrari, donde es idolatrado por comandar aquella etapa mágica de 2000 a 2004 que culminó con cinco títulos para Schumacher.

Leclerc mintió a su padre días antes de morir y le aseguró que sería piloto de F-1. De hecho, Hervé falleció creyendo que su hijo ya había firmado un contrato. Ocurrió meses después. Ahora tiene el reto de ser campeón del mundo y, a la vez, cuidar de su hermano Arthur, tres años menor y joven promesa que hoy brilla en la F3 y pertenece a la cantera de Ferrari.

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EFE Leclerc, líder del Mundial de F-1

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