La Razón (Cataluña)

El plan del Papa para la guerra de Ucrania: una «tregua pascual»

► Francisco llena la plaza de San Pedro en el Domingo de Ramos, la primera misa multitudin­aria tras la pandemia

- José Beltrán. MADRID

El Vaticano da por superada la pandemia. Al menos en lo que a las celebracio­nes se refiere. La plaza de San Pedro vivió ayer su primer acto multitudin­ario después de dos años de restriccio­nes por el coronaviru­s. Una desescalad­a casi completa en un Domingo de Ramos donde se volvieron a habilitar las miles de sillas ante la basílica y en la que las palmas regresaron a una eucaristía presidida por Francisco, que también volvió a retomar su paseo en papamóvil para bendecir a los miles de fieles presentes.

En la jornada en la que se conmemora la entrada de Jesús a Jerusalén y que abre oficialmen­te la Semana Santa, el Papa bendijo los ramos desde el altar y no desde el obelisco como en anteriores ocasiones. Y es que, su dolencia en una rodilla le impidió participar en la tradiciona­l procesión.

Sin embargo, esto no rebajó ni un ápice el tono reivindica­tivo de su homilía, convertida en un alegado de condena contra la barbarie que se vive en Ucrania. «En la locura de la guerra, se vuelve a crupaz, cificar a Cristo», expuso visiblemen­te serio el pontífice, que apuntó que «cuando se usa la violencia ya no se sabe nada de Dios, que es Padre, ni tampoco de los demás, que son hermanos».

Aunque no citó a la invasión rusa, sus explícitas palabras describían el horror que padece desde hace más de un mes en el país europeo, acrecentad­o por las recientes masacres de Bucha, Borodianka y Kramatorsk. «Sí, Cristo es clavado en la cruz una vez más en las madres que lloran la muerte injusta de los maridos y de los hijos. Es crucificad­o en los refugiados que huyen de las bombas con los niños en brazos», sentenció Francisco, que continuó con su descripció­n a modo de denuncia: «Es crucificad­o en los ancianos que son abandonado­s a la muerte, en los jóvenes privados de futuro, en los soldados enviados a matar a sus hermanos».

Más tarde, en el transcurso del rezo del Ángelus volvería de nuevo a detenerse en la tragedia ucraniana y, esta vez, con una petición: «¡Bajen sus armas! Que comience una tregua pascua. Pero no para recargar las armas y retomar la lucha, ¡no!», exclamó el sucesor de Pedro, que fue más allá en su petición: «Una tregua para lograr la a través de verdaderas negociacio­nes, dispuestos también a hacer algunos sacrificio­s por el bien del pueblo». Una vez más, por motivos diplomátic­os, evitó nombrar al presidente ruso Vladímir Putin, pero sí dirigió un recado de largo alcance ante su afán expansioni­sta: «¿Qué victoria tendrá el que planta una bandera sobre un montón de escombros?».

El pontífice argentino no se cansó de reclamar el fin de «una guerra cuyo final no se deslumbra». Antes de dirigir la oración mariana, el Papa expuso cómo el actual conflicto «cada día pone ante nuestros ojos masacres atroces y crueldades atroces cometidas contra civiles desarmados».

Perdón al enemigo

Este conjunto de reflexione­s le llevó al Papa a detenerse durante la homilía en la frase de Jesús en la Cruz, antes de fallecer: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Para Jorge Mario Bergoglio, «se nos olvida porqué estamos en el mundo y llegamos a cometer crueldades absurdas». Desde este convencimi­ento, insistió en que «Dios no se cansa de perdonar», de la misma manera que «Cristo justifica a esos violentos porque no saben».

Con estas premisas, Francisco ahondó en el concepto de misericord­ia, uno de los pilares de su pontificad­o para explicar «el prodigio del perdón de Dios», que lleva al buen ladrón condenado junto a Jesús a ser acogido de tal manera que reconocer al Hijo de Dios hace que sea el protagonis­ta de «la primera canonizaci­ón de la historia».

Es más, se adentró en la aparente contradicc­ión que supone ser ajusticiad­o injustamen­te y perdonar al mismo tiempo, asumiendo «su mandamient­o más difícil»: «El amor a los enemigos». Así, relató cómo Cristo «no reprocha a sus verdugos ni amenaza con castigos en nombre de Dios, sino que reza por los malvados».

«Hermanos, hermanas, pensemos que Dios hace lo mismo con nosotros», apostilló. Así, destacó que «no nos separa en buenos y malos, en amigos y enemigos, somos nosotros los que lo hacemos, haciéndolo sufrir». Desde ahí, invitó a los presentes a dejar a un lado el rencor para «romper el círculo vicioso del mal y de las quejas, a responder a los clavos de la vida con el amor y a los golpes del odio con la caricia del perdón».

 ?? AP ?? El Papa Francisco, ayer, con la palma enviada desde Elche
AP El Papa Francisco, ayer, con la palma enviada desde Elche

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain