La Razón (Cataluña)

Unas veces ni un quite y otras cinco toros

► La encerrona de Emilio de Justo acaba en el primer asalto tras una voltereta, pasando el desafío a Álvaro de la Calle

- Rodrigo Carrasco. MADRID

EraEra su tarde soñada. Llevaba días levantándo­se creyendo que ya era el Domingo de Ramos, pero a veces, ante las fechas más esperadas surgen los mayores imprevisto­s. Emilio de Justo brindaba el primero al cielo, recordando a su padre, quien tanto luchó con él cuando los festejos en los pueblos de Extremadur­a lo eran todo y cuando las victorinad­as en Francia eran sus desafíos. Antes habían sido aplaudidos sus banderille­ros y el de Pallarés había repetido y humillado. Fue en el momento de la espada cuando quiso repetir esas entradas a matar que aún se recuerdan en Las Ventas. Pero todo salió mal. Una voltereta tras una espada casi entera y tendida dejaba conmociona­do (a simple vista) al extremeño. El runrún comenzaba a extenderse por la Monumental, Monumental, la incertidum­bre de si la encerrona quedaría en nada pesaba como una losa. Al director de la orquesta casi se le cansaba el brazo cuando la megafonía cortaba las esperanzas Álvaro de la Calle era anunciado como elsobresal­iente que se enfrentarí­a a cinco astados de diferentes ganaderías, un toro de Victorino Martín entre ellos.

Así, la inadvertid­a presencia del sobresalie­nte volvía a cobrar peso muchos años después en Las Ventas. Esa figura que como mucho espera un quite como detalle del matador, recibía el regalo envenenado de cinco toros en Las Ventas. La oportunida­d de su vida y una odisea. Así este torero, cuya profesión consiste en cumplir con sus labores pero sin brillar, afrontó de la misma forma este inesperado compromiso.

Ya camino del hospital y con collarín, Emilio tenía sensibilid­ad en las extremidad­es. Pero preocupaba la caída que tuvo sobre el cuello y un bulto en la nuca. Después se confirmaro­n las fracturas.

Se alargó Álvaro con el segundo, el de Domingo Hernández. El susto seguía en el cuerpo y parecía que la tarde se iba a hacer larga. Además se lió con el descabello. El tercero parecía un victorino de pura cepa. Humilló, pero Álvaro no se supo acoplar a él, no le dio distancia. La tarde comenzaba a traer esos terribles recuerdos de tardes como en la que David Mora, Antonio Nazaré y Saúl Jiménez Fortes acababan en la enfermería, dándose el festejo por finalizado antes de lo previsto. Efemérides para olvidar.

El espectácul­o lo daría el cuarto, de Victoriano del Río.

Un toro con todas las posibilida­des del mundo. Hasta el segundo sobresalie­nte, Jeremy Banti, salió a hacer un gran quite y tras un tremendo puyazo, casi desde los medios, los banderille­ros eran ovacionado­s también. Hasta la brega para retirar al animal en el brindis del matador fue ovacionada. El toro colaboraba en todo con alegría. Luego en la muleta Álvaro, radicalmen­te vertical, se la puso en la cara deslizando solo las caderas. El toro respondía con transmisió­n y fondo. Una estocada entera acababa concediend­o la vuelta al ruedo al torero torero y el mismo reconocimi­ento al buenísimo toro de Victoriano del Río. Era astado de lío. La tarde volvía a coger tono, no el mismo.

El de Álvaro de la calle es el nombre más habitual en los programas de los mano a mano y encerronas. Un torero que ha hecho del oficio de sobresalie­nte su realidad en los últimos años. Pero como ya dijo a este mismo medio «los sobresalie­ntes no somos toreros semirretir­ados». Aun así, surgía la reflexión de por qué no ofrecer estas retorcidas oportunida­des a toreros con algo más de proyección.

Después de un quinto en el que poco pasó por la escasa movilidad del de Palha, Álvaro se arrodillab­a ante la puerta de chiqueros. A porta gayola recibía al sexto, que no mostró en banderilla­s el juego que sí concedió en varas, arrancándo­se desde lejos. Luego en la muleta no se quiso alargar Álvaro al no verle condicione­s. Así es la vida, a veces ni te ofrece un solo quite y el día menos esperado te pone una decena de pitones delante. Aunque no se llevó trofeos, Madrid sí le concedió su reconocimi­ento, siendo consciente del mayúsculo desafío en el que había cumplido con oficio. Protagonis­ta inesperado.

Emilio de Justo: «Fractura de las vértebras c1 y c2 y fisura en la base del cráneo»

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Emilio de Justo es volteado al entrar a matar al primer toro, de Pallarés
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El festejo contó con más de 20.000 asistentes
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