La Razón (Cataluña)

Francia o la refundació­n de la República

«La culpa no es de los votantes, como piensa la izquierda, sino de unos políticos que no son capaces de ofrecer alternativ­as coherentes»

- Francisco Marhuenda

ElEl irreversib­le declive de los partidos tradiciona­les franceses, que habían protagoniz­ado la vida política de la República desde el final de la Segunda Guerra Mundial, es una realidad tan interesant­e como inquietant­e. Los errores cometidos y la corrupción han sido determinan­tes, pero también es el resultado de la disociació­n entre unos dirigentes caducos con unos votantes que les han dado la espalda. Es cierto que el exquisito Macron es un prototipo de esas elites y refleja muy bien su extracción social como vástago de la alta burguesía de provincias. Es un personaje singular, y no solo por su pintoresco matrimonio que ha dado lugar a todo tipo de elucubraci­ones, sino por ese populismo arrogante que esconde la decadencia de Francia tras una grandilocu­encia fatua y una grandeur de cartón piedra. No hay duda de que es un político con una gran preparació­n movido por la idea de convertirs­e en el inquilino del Elíseo. El partido es irrelevant­e y la ideología es algo accesorio, como alumno brillante de la École Nationale d’Administra­tion (ENA), lo único importante es el poder y Francia. La mayor parte de los políticos y altos funcionari­os franceses se han graduado en ella.

He de reconocer que si fuera francés votaría antes a Macron que a Marine Le Pen, porque me gusta todavía menos que el melifluo candidato a la reelección. Lo mismo sucedió en Estados Unidos entre Trump y Biden, aunque este último ha demostrado que es una auténtica catástrofe. No me equivoqué en la valoración de lo que sería su administra­ción. En este aspecto, el francés es mejor porque le rodea un movimiento sin ideología y un equipo razonablem­ente eficaz. Lo único relevante es el macronismo. La cuestión importante es entender por qué los franceses apoyan a dos populistas insufrible­s. Me temo que es un problema global europeo, donde desde hace tiempo se extiende la insatisfac­ción. Es lo que sucedió en Italia. Nos ha pasado también en España. La culpa no es de los votantes, como piensa la izquierda política y mediática, sino de unos políticos que no son capaces de ofrecer alternativ­as sólidas y coherentes. La corrupción, el amiguismo, la incoherenc­ia, la partitocra­cia y el cortoplaci­smo son factores que explican el resultado en Francia y en otros países de la UE.

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