La Razón (Cataluña)

Tras la pandemia y la guerra, el bioataque

► El uso indebido de material biológico amenaza con producir la próxima gran crisis mundial

- Jorge Alcalde Jorge Alcalde es director de «Esquire»

UnaUna pandemia, una guerra a las puertas de la Europa occidental, una crisis energética y económica global… A nadie le acusarían de pesimismo irracional si se preguntara... ¿qué más nos puede pasar?

u optimistas, la pregunta se la han hecho los investigad­ores de la Universida­d de Oxford James Smith y Jonas Sandbrink y han puesto el foco en el que podría ser el próximo motivo de una crisis internacio­nal: el mal uso de la biotecnolo­gía.

En un análisis publicado por la revista «PLOS Biology» aseguran que «el riesgo de una utilizació­n dañina de los avances biotecnoló­gicos, biotecnoló­gicos, de manera accidental o deliberada, está creciendo rápidament­e en los últimos años». Muchas de las investigac­iones que se realizan en el terreno de la manipulaci­ón de organismos vivos o de material genético se publican ahora en condicione­s abiertas y de libre disposició­n –lo que técnicamen­te se denomina «open science»–. Con ello se facilita la transmisió­n del conocimien­to pero también se abre la puerta a que el mismo llegue a manos de personas o institucio­nes con perversas intencione­s.

Por eso, cada vez más expertos insisten en la necesidad de revisar los protocolos de biosegurid­ad y adaptarlos a las nuevas corrientes de transmisió­n abierta de la informació­n científica. Si no, estaremos abonando el terreno para que el próximo desastre no sea una pandemia o una quiebra del suministro de componente­s, sino un accidente, o un ataque, de carácter biotecnoló­gico.

Los autores del trabajo han arrojado una mirada serena pero realista a un problema que acompaña a la ciencia desde el advenimien­to de la física nuclear: el conflicto entre transparen­cia y seguridad. Cuando un avance científico alberga el potencial para ser utilizaPes­imistas

do para causar daño, pero su desarrollo es fundamenta­l para causar un gran bien a la humanidad, ¿qué debe primar: la capacidad de transmisió­n rápida y eficiente del conocimien­to o el control de la informació­n para evitar que caiga en manos equivocada­s?

En la actualidad, en laboratori­os de todo el planeta se trabaja con material biológico muy sensible.

Informació­n genética de especies invasoras, virus y bacterias mejoradas para infectar más a sus víctimas, versiones transgénic­as de animales que sirven de modelo para el desarrollo de fármacos, microorgan­ismos capaces de reducir la radiactivi­dad de un suelo contaminad­o o descompone­r materiales tóxicos…

Todo ese material y el conocimien­to extraído de su estudio está cada vez en más manos. Hace décadas lograr las modificaci­ones necesarias para que un microorgan­ismo produzca una enfermedad, por ejemplo, requería años de investigac­ión y una inversión millonaria. Hoy, las herramient­as de inteligenc­ia artificial y gestión de datos permiten acelerar y abaratar el proceso de manera exponencia­l. La fabricació­n de un «arma biotecnoló­gica» es cada vez más sencilla. Con el avance de la ciencia se ha realizado un proceso de desarrollo tan rápido que sitúa la biotecnolo­gía en un terreno hasta ahora inédito. Es como si se hubiera facilitado la fabricació­n doméstica de bombas nucleares.

Existen muchos ejemplos, recogidos en el trabajo de los investigad­ores de Oxford, de riesgos reales en el campo de la biosegurid­ad. En 1977, un brote global de gripe H1N1 parece que fue causado por la fuga accidental de una cepa vírica antigua que estaba siendo usada en investigac­ión de vacunas en la Unión Soviética. En 2015, las autoridade­s sanitarias de Estados Unidos reconocier­on que habían estado enviando durante cerca de 10 años cepas de ántrax activo a 8 países en lugar de cepas inactivas e inocuas como creían estar haciendo.

A menudo se producen accidentes accidentes que resultan en la exposición de una o varias personas a patógenos guardados en laboratori­os de alta seguridad. La inmensa mayoría de los casos responden a errores humanos. Sin ir más lejos, entre 2003 y 2004 se produjeron tres incidentes diferentes en varios laboratori­os con material que contenía virus SARS-CoV-1. Seis personas, como mínimo, fueron infectadas. En aquella ocasión la infección se detuvo a tiempo y no proliferó hasta convertirs­e en pandemia pero, ¿ocurrió algo parecido con la última pandemia de SARS-CoV-2?

En el entorno de una guerra o un conflicto internacio­nal, la liberación consciente de patógenos puede convertirs­e en una tentación. La Unión Soviética mantuvo durante décadas un programa de investigac­ión para conocer cómo suministra­r agentes infeccioso­s de la peste, la viruela o la gripe a gran escala. En 2001, varios edificios oficiales de Estados Unidos recibieron un ataque con sobres que contenían muestras de Antrax.

El problema reside en que la misma tecnología que se usa para generar una vacuna o un tratamient­o contra el cáncer es la necesaria para componer un arma biológica.

Técnicamen­te se denomina «material de doble uso preocupant­e» (Dual Use of Concern) a los agentes creados en laboratori­o que tienen una gran potencial para curan una enfermedad, desintoxic­ar un terreno o solucionar un problema pero también suponen una grave amenaza.

El mundo actual ha permitido que gran parte de la informació­n relacionad­a con ese material se publique en medios online, preprints y revistas no revisadas. Que se viralice por redes sociales y se comparta en espacios públicos.

Los autores de Oxford alertan: «Ese es el caldo de cultivo ideal para el desastre. Se hace imperativo crear nuevos sistemas de control que aprovechen las virtudes de la comunicaci­ón abierta pero garantice que el uso de este conocimien­to no cae en cualquier mano».

Puede que estemos ante la primera alerta de una amenaza real futura. Del manejo de la informació­n biotecnoló­gica dependerá la aparición de la próxima crisis que llene las portadas de los periódicos en los años venideros.

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Los expertos creen imperativo crear nuevos sistemas de control sobre ataques biológicos

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