La Razón (Cataluña)

El memorial de la Pascua de Jesús

- † Card. Juan José Omella

¡ Aleluya!Aleluya! Cristo ha resucitado. Jesús vive y está a nuestro lado. Tal como hicieron los primeros discípulos, vayamos al encuentro de Jesús y anunciemos a nuestros hermanos que Cristo ha vencido a la muerte.

Ayer celebramos la Vigilia Pascual. Esta es la celebració­n de la Eucaristía más importante de todo el año, porque en ella conmemoram­os de manera especial el memorial del misterio pascual de Cristo.

La palabra memorial la asociamos a memoria. La memoria es la facultad por medio de la cual retenemos y recordamos hechos pasados. Gracias a la memoria, podemos hacer que el pasado se haga presente en nuestro espíritu. Sin embargo, el memorial, en sentido bíblico, no es el mero recuerdo de un acontecimi­ento que ya ha sucedido. A través del memorial, los acontecimi­entos se hacen presentes y los vivimos.

Así, por ejemplo, el pueblo judío, cada vez que celebra la Pascua, vuelve a vivir que Dios lo liberó de la esclavitud. La noche de Pascua es la noche en que el Señor veló para sacarlos de la tierra de Egipto (cf. Ex 12,42). Durante la cena de Pascua, los judíos hacen presentes en su vida los acontecimi­entos que se narran en el libro del Éxodo. Con ello expresan que, de generación en generación, Dios continúa estando a su lado y quiere liberarlos. El poder liberador de Dios sigue actuando hoy.

Los cristianos celebramos en cada Eucaristía el memorial de la Pasión, Muerte, Resurrecci­ón y Ascensión de Cristo. Gracias al sacramento de la Eucaristía nos convertimo­s en contemporá­neos de aquellos acontecimi­entos que sucedieron hace más de dos mil años. Hoy Dios nos sigue dando la fuerza para responder al odio con amor, para vencer al mal, para superar el miedo a la muerte. Dios sigue hoy regalando la vida eterna y la futura resurrecci­ón.

Así, cuando leemos durante la misa el episodio de Zaqueo, revivimos lo que sucedió en aquel tiempo. De esta manera, cuando Jesús le dice a Zaqueo que quiere quedarse en su casa (cf. Lc 19,5), podemos escuchar la voz del Señor que llama a la puerta de nuestro corazón y dice estas palabras: «Mira, estoy de pie a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y el conmigo» (Ap 3,20).

La Eucaristía es el sacramento del amor, porque en ella Cristo vuelve a entregar su vida por nosotros. Y nadie tiene un amor más grande que el que da la vida por sus amigos (cf. Jn 15,13). El Resucitado se hace presente en cada Eucaristía para renovar nuestra vida y convertirn­os en testigos de la fe y en forjadores de esperanza y solidarida­d.

Ojalá que en este tiempo pascual encontremo­s algunos momentos para estar a solas con el Señor. Nos puede ayudar una hermosa recomendac­ión de santa Teresa de Jesús: «Mirad le resucitado; que solo imaginar cómo salió del sepulcro os alegrará» (Camino de perfección (V) 26,4).

Queridos hermanos y hermanas, alegrémono­s. No tengamos miedo. Proclamemo­s que la muerte ha sido vencida por el amor y la vida resucitada. Amemos a nuestros hermanos como él nos ama, dando la vida.

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