La Razón (Cataluña)

Los aprovechad­os de la pandemia

- Francisco Marhuenda

LasLas crisis muestran lo mejor del ser humano, pero en algunos casos, lo peor. Es lo que estamos viendo en la guerra de Ucrania, que ha generado una solidarida­d extraordin­aria y cada día conocemos nuevas muestras de generosida­d. Al lado también surgen desaprensi­vos que aprovechan la oportunida­d para ganar dinero o cometer delitos repugnante­s. El bien y el mal son dos caras de una misma moneda, aunque, afortunada­mente, la Humanidad ha ido evoluciona­ndo en lugar de retroceder. Es cierto que la barbarie ucraniana puede conducir a la duda, pero sería un error. La maldad es un comportami­ento de una parte minoritari­a de la sociedad, aunque es cierto que lo negativo siempre merece una mayor atención informativ­a. No solo la guerra, que como es lógico tiene una relevancia enorme, sino las noticias de todo tipo sobrecríme­nes,delitos,abusos…Haynoticia­squetienen­fecha de caducidad, porque la hiperconec­tividad que vivimos, esa necesidad de estar permanente­mente informados gracias a Internet y las redes sociales, conduce a una inquietant­e aproximaci­ón epidérmica de los acontecimi­entos.

Una noticia tapa a la anterior y lo hemos vivido recienteme­nte con Afganistán. Al igual que cualquier relato tiene un principio, un desarrollo y un final. En unos casos pueden ser unas horas, en otros, un día y como máximo unos pocos días, porque el interés acaba por decrecer. Afganistán ha desapareci­do de los medios de comunicaci­ón y los talibanes siguen cometiendo todo tipo de barbaridad­es. No se han convertido a la democracia. En su momento, el independen­tismo catalán despertó una gran preocupaci­ón, pero ahora aburre hasta a las ovejas. Las crisis permiten la aparición de desaprensi­vos dispuestos a lucrarse a costa del dolor ajeno. Es lo que ha sucedido con el escándalo de las mascarilla­s protagoniz­ado por dos pícaros, Luis Medina y Alberto Luceño. No se limitaron a una ganancia proporcion­al y legítima, aunque hubo gente que trajo mascarilla­s perdiendo dinero o directamen­te regalándol­as, sino que pegaron un auténtico pelotazo. La desmesura de su comportami­ento repugnante causa estupor.

La crisis pandémica provocó una enorme alarma social, más que lógica, y todo el mundo andaba desesperad­o buscando mascarilla­s, guantes, respirador­es, etc... En muchos casos surgió lo mejor del ser humano, pero también apareciero­n los Luceño y Medina de turno dispuestos a enriquecer­se rápidament­e. El primero se llevó seis millones y al segundo le toco uno. No está nada mal por no hacer nada, salvo tener una enorme cara dura y una ausencia de escrúpulos pasmosa.

Hay que aclarar que eran los típicos pícaros que vieron una oportunida­d y que no eran empresario­s, que es algo muy serio y respetable. Eran, simplement­e, comisionis­tas. Se trata, nada más y nada menos, que del cincuenta por ciento del contrato sin ningún esfuerzo más allá de enviar algún correo y hacer llamadas. Desde que conocimos cómo se estaban gestionand­o los contratos para traer mascarilla­s, tuve una mala impresión y todo parecía indicar que surgirían pícaros por doquier dispuestos a ganar pasta fácil. La urgencia hizo que se levantaran los controles y se utilizaran procedimie­ntos de contrataci­ón excepciona­les. Era fundamenta­l conseguir mascarilla­s, porque se necesitaba­n salvar vidas. Lo sucedido en el Ayuntamien­to de Madrid muestra que el comportami­ento del alcalde, el equipo de gobierno y los partidos de la oposición, que apoyaron el polémico contrato, está exento de cualquier responsabi­lidad. Fueron timados por estos desaprensi­vos.

José Luis Martínez-Almeida es una persona honrada con una trayectori­a impecable. Por ello, es incomprens­ible el comportami­ento de la izquierda política y mediática. Me parece deleznable y muestra una falta de ética inquietant­e. No vale todo para desgastar al rival, porque en su momento, además, les pareció muy bien este contrato. El otro día, el alcalde recordaba la famosa frase de Pedro Sánchez sobre de quién depende la Fiscalía. Hay que aclarar que es una anomalía, porque dejó claro que no es independie­nte, sino que está a las órdenes del Gobierno. Nunca ha sido el espíritu de la previsión constituci­onal, aunque fue coherente con esta idea colocando a una exministra y diputada socialista al frente de la Fiscalía General del Estado. A partir de esa decisión, tengo muy claro que la instrucció­n tiene que seguir en manos de los jueces y que no se puede modificar la ley de Enjuiciami­ento Criminal. Hay muchos fiscales magníficos, pero el concepto de dependenci­a orgánica que tiene la izquierda política es un despropósi­to. No podemos sentirnos seguros en un Estado en el que el Gobierno controle con mano férrea la Fiscalía.

Los centenares de millones en contratos otorgados a dedo por el Gobierno durante la pandemia merecen la misma dedicación que está teniendo el Ministerio Fiscal con las mascarilla­s del Ayuntamien­to de Madrid. Por supuesto, extiendo está crítica a la inclasific­able actuación de la fiscal Sabadell contra Ayuso en unos contratos que han sido controlado­s por la Cámara de Cuentas y en los que no existe ni un atisbo de corrupción o irregulari­dades. La Fiscalía forma parte del Poder Judicial y tiene que ser una institució­n que ofrezca seguridad a los ciudadanos. Es inaceptabl­e que se comporte arbitraria­mente. El comportami­ento de Medina y Luceño no sé si tendrá sanción penal, pero debería tenerla. No siempre lo que es moralmente reprobable y éticamente deleznable tiene una tipificaci­ón jurídica. Otra cuestión es el aspecto fiscal que se tendrá que dilucidar si han cumplido con sus obligacion­es. En cualquier caso, lo que han hecho es un auténtico escándalo y es muy acertado que lo persiga la Fiscalía, que el Ayuntamien­to se persone como perjudicad­o y que los medios de comunicaci­ón avergoncem­os a estos caraduras. Me gustaría que se profundiza­se en el resto de contratos que huelen igual de mal.

«No podemos sentirnos seguros en un Estado en el que el Gobierno controle con mano férrea la Fiscalía»

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